Llantos, lágrimas, risas, abrazos. Una catarata de emociones incontrolables y una alegría que desbordó el Palacio Peñarol y desde allí tiñó de rojo y verde a todo el continente sudamericano.
Es que Aguada, el viejo Aguada, está en la final de la Liga Sudamericana y sus hinchas no pueden más del orgullo. Como en toda historia épica, el héroe atraviesa momentos de angustia desbordante y se cae una y otra vez; pero se levanta, con las pocas fuerzas que le quedan y logra la hazaña, lo que nadie espera.
De local, el “aguatero” salió a enfrentarse al poderoso equipo brasileño de Baurú, al que se le había negado la organización del Final Four y tenía sed de venganza. El primer cuarto dejó en evidencia que el partido iba a ser muy duro, aguerrido, trabado y difícil. Sin embargo, Aguada salió airoso con una buena actuación de Jeremis Smith, Cedric McGowan y Leandro García Morales. En base a una defensa sólida y buena puntería, el rojiverde se fue ganando 22 a 17.
Pero la noche se puso demasiado oscura y lo peor estaba por suceder. Desconcentrados y como con los pies pesados, el segundo cuarto fue terrible para los intereses del equipo de Javier Espíndola. Muchos errores en los pases y jugadas mal acabadas, sumado al mejor momento del equipo rival, Baurú le sacó una máxima de 17 puntos de ventaja y el primer tiempo terminó 48 a 31. Larry Taylor, figura en el conjunto norteño, enloqueció a los uruguayos y bloqueó a García Morales, el “alma” aguatera.
Más dudas que certezas había en el Palacio y no quedaba muy claro cómo iban a cambiar las cosas de cara al segundo tiempo. En el tercer cuarto, una tímida reacción se empezó a gestar, pero el equipo visitante seguía jugando cómodo. Javier Espíndola, entrenador de Aguada, le daba descanso a algunos jugadores como Federico Bavosi, un pilar en la conducción, y la rotación no le daba demasiados réditos. Hacia el final del cuarto, el equipo uruguayo se acercó y Baurú ya no era el mismo del primer tiempo. Desencajado y con su estrella, Taylor en el banco de suplentes, vio como el aguatero se puso a ocho. El tercer cuarto se fue con Baurú arriba 65 a 57.
Épico. El último cuarto fue para el infarto. El partido se consumía y con él la ilusión aguatera de alcanzar la final de la Liga Sudamericana, algo que ningún equipo que no sea argentino o brasileño había logrado hasta hoy. Dwayne Curtis fue uno de los responsables del envión anímico, al robar dos pelotas que terminaron siendo puntos para el campeón uruguayo y empezar a ser conscientes que el poderoso Baurú empezaba a flaquear. Las salidas de Curtis le jugaron en contra al equipo.
Minuto 2:54. Otra vez, la “bestia”, Leandro de América volvía a convertir un triple para ponerse a tiro y ya nadie paraba este envión que prometía gloria. Nuevamente el sufrimiento, cuando Aguada pierde la oportunidad de pasar al frente en dos jugadas increíbles que termina perdiendo.
Inolvidable. No se aguantaba más, la paridad se hacía insoportable, hasta que apareció el triple de Pablo Morales, el capitán que había errado todas las veces que tiró de tres. Pero metió la que tenía que ir adentro, la que sacó el grito, el llanto y la que quebró el partido para siempre. Un viaje directo al corazón del hincha. Los últimos 2 minutos volvieron a ser sufridos pero el convencimiento en todo el Palacio Peñarol era uno: Aguada iba a ganar, iba hacer historia, iba a meterse en la final e iba a darle, una vez más y en menos de un año, otra satisfacción a su gente. Aguada está en la final de la Sudamericana y anoche hizo historia.
LA HINCHADA: UN JUGADOR FUNDAMENTAL
El presidente de la Asociación del básquetbol sudamericano, Gerasime Bozikis, quedó maravillado con la hinchada aguatera y el color de las tribunas. Según él, este fue un motivo para que el Final Four se realizara en Montevideo. Anoche, la “brava muchachada”, como se conoce a la hinchada de Aguada, fue un jugador fundamental.
Por ejemplo, se notó cuando una estridente silbatina cayó sobre Murilo Becker, de Bauru, al momento de tirar los libres. El jugador que tiene una eficiencia muy alta, erró en varias oportunidades.'
Globos, banderas, seprentina y cánticos, generaron un ruido ensordecedor en el Palacio Peñarol, que se transformó en una verdadera caldera. Por algo los directivos de Aguada pelearon tanto por tener las finales en nuestra capital, algo que ha dado grandes resultados.
Los muchachos están felices, luego de tantas décadas de sufrimiento ahora es el momento de disfrutar.