Quisiera que esto dure para siempre

Gracias. Antes que nada y por siempre: muchas gracias muchachos. Porque desde el periodismo también vale emocionarse. La mejor selección de la historia del deporte argentino (de todos los deportes) vuelve a escribir una página más en una novela que aún no se cierra. La música sigue porque el fuego, el talento y las ganas no se terminan.

La historia indica que nunca será fácil ¿Por qué debería serlo? Y Argentina hubo de sufrir hasta el final como indica la historia de una Generación que se forjó en base a la lucha, la fe en sí mismo y la grandeza de no rendirse jamás. Y créanme que fue difícil no perder la calma.

Porque el estadio era una caldera y la angustia muy grande cuando las cosas no salían y Brasil dominaba. El equipo que dirige Rubén Magnano levantó dos veces diferencias adversas para demostrar que si el presente es nuestro el futuro les pertenece. Este grupo de Brasil tiene asegurada una presencia estelar en los próximos torneos.

Los argumentos para quedarse con la final deseada son muchos. Podríamos hacer un rápido repaso antes de llegar a la médula (o el padre de los motivos).

En principio fue la convicción por ganar. Esto es, por lo general un equipo que defiende bien y va ganando hace de su defensa un culto. Pero cuando el rival lo alcanza se llena de dudas, descree de todo lo bueno que venía haciendo. Por eso la convicción que siempre tuvieron los mantuvo firme en la tormenta. No hubo renuncias.

Después la defensa. El torneo, se sabía, proponía 10 partidos en 13 días. Y no era fácil arriesgar un pronóstico de cómo estaría el estado físico de nuestros jugadores al final de la recta. Si por algo podíamos preocuparnos era el nivel físico para desplegar la defensa. Argentina lo dejó todo ante un equipo muy picante para penetrar y dejar libres tiradores letales. Ese despliegue fue clave para ganar.

Entender el partido. Argentina se presentó a la final como el equipo que mejor porcentaje de triple tenía en el torneo. Gozó durante 13 días de porcentajes de ensueño (43%), algo poco habitual en nuestra selección. No obstante no puso al partido final en la mera decisión de los porcentajes del perímetro. Jugó, todo lo que pudo lo más cercano al aro posible. Siendo un equipo con un solo pivote y habiendo metido todo en los partidos previos, Argentina lanzó solo 15 triples y 43 dobles.

Tener a la gran figura. Luis Scola es el “enviado”. Una agencia divina nos regaló en la Argentina un pibe que estaba destinado a dejar una huella en el básquetbol mundial. Scola es hoy el mejor jugador FIBA del mundo y sin entrar en histéricas comparaciones es el jugador que más le ha aportado a la selección nacional. Scola hizo todo lo necesario para ganar: sobretodo puntos, cuando el aro muchas veces es más chico para muchos, su puntería, su talento rompió siempre el esquema defensivo brasilero.

UN CORAZON ASI DE GRANDE. Voy a recordar una situación límite del partido: Argentina ganaba 41-32 en el tercer cuarto y marchaba victorioso al final. Cuando empezó el último cuarto perdía 50-56. En el medio hubo un parcial de 9-24 para que Brasil golpeara fuertemente nuestras ambiciones. Salir de esta situación tan empinada fue a pura voluntad. Porque uno podrá valerse tontamente de los argumentos tácticos. Pero el corazón dominó la escena. Se empató en 56 en apenas un 1:20 y se encaró una recta final que puso a los nuestros arriba (72-63) cuando restaba apenas un minuto.

La genialidad radica en no cometer dos veces el mismo error. Argentina aunque lleno de nervios logró dominar la escena para administrar con lo justo el cierre del partido. Alargar posesiones, escapar de la presión todo el campo, y en definitiva meter los libres necesarios para ganar.

Se debe mencionar a todos los jugadores y se destaca a uno. Pero fueron todos, porque esta selección es una foto grupal. Son todos y cada uno los que hacen posible que seamos campeones de América y el pasaje a Londres 2012 sea una realidad. Habrá tiempo de individualizarlos, pero no era tiempo para hacerlo en una crónica… ¿Saben por qué? Porque después de tantas batallas en todos los terrenos del planeta, todo esto se armó para brindar con una copa entre amigos, entre los nuestros, a los ojos de todo un estadio (y un país por tele). Un festejo que ya tiene diez años. Quisiera esto dure para siempre.

Pablo Tosal
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