La Era de la Madurez

La historia del Penka Aguirre debería servir como ejemplo. De cómo una persona puede cambiar su destino. Aguirre puede dar fe de que las acciones cambian las realidades. Y de que uno puede perseguir sus sueños sin importar lo que se ponga por delante.

El Penka Aguirre acaba de ganar su cuarto título de Liga Nacional consecutivo, tercero con San Lorenzo, y ahora mismo escribe su nombre al lado del de Leo Gutiérrez. Sólo ellos dos han logrado semejante cometido.

Aguirre, además, disfruta de esto luego de haberse quedado sin equipo. El santiagueño irrumpió muy temprano en el profesionalismo. A los 16 años ya jugaba para Firmat en la vieja Liga B, y llegó a Quilmes para debutar en la A con 19.

Nunca le pesó jugar. Llamó la atención por su talento, pero también por su desfachatez. Sin embargo, luego de pasar por Boca y La Unión de Formosa, volvió a su Santiago del Estero para comandar a Quimsa. Aguirre hasta ahí nunca había sido de los que mejor forma mostraban, ni de los más apegados a las reglas del profesionalismo que una élite obligan.

Tras un par de temporadas en Quimsa, Penka, de 25 años, se quedó sin equipo. Nadie lo contrató para el comienzo de la 13/14. Hasta el club de su propia tierra prefirió otras opciones. Por primera vez, nadie confió en él.

Aguirre reflexionó. Hizo mea culpa. Focalizó objetivos. Se pensó como jugador. Vio lo que quería y cómo iba a conseguirlo.

Sionista de Paraná le tendió la mano para devolverlo a la Liga. Regresó a Quimsa, pero cuando volvió, Penka ya era otro. Un jugador que había digerido un trago amargo, lo hizo callo.

Comandó con solvencia a aquel equipo de Santander que ganó la Liga 14/15, con récord de triunfos consecutivos incluído (habiendo alcanzado lo que ostentaban Peñarol y Atenas, con 17).

San Lorenzo fue la gran apuesta. Medirse fuera de su ciudad, en un equipo con aspiraciones y con una vidriera muy grande.

El tricampeonato con la azulgrana lo tuvo como baluarte. Como hacedor. Reconocido por los compañeros, incluídos extranjeros con pasado frondoso en la NBA. Los entrenadores confiaron en él. Y él no decepcionó.

Acaba de terminar de jugar una final de Liga Nacional lesionado. Sin chistar. Sin siquiera mencionarlo. Porque se guía con el ejemplo. Porque se conduce desde ese lugar.

Porque a los 30 años, un pibe para la vida, el Penka Aguirre disfruta de haberse reinventado y de escribir su propia Era en la Liga Nacional.

por Martín Pellegrinet - @SoyElPelle
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