OPINIÓN (por SEBASTIÁN ARANA). La Liga Nacional de Básquetbol tuvo en la década del ´90 un crecimiento espectacular gracias a la paridad cambiaria 1 a 1 entre dólar y peso. A partir de 1991 la gran mayoría...
Autor:Pablo Tosal
Por supuesto que no fue el caso más espectacular. Atenas de Córdoba, favorecido por el fuerte sentido localista de su provincia, hizo punta siempre con las contrataciones resonantes. A Stacey King, un pivote estadounidense que fue compañero de Michael Jordan en Chicago Bulls, llegaron a pagarle 25.000 dólares mensuales. Otros ex NBA notorios, como Terry Teagle y Benoit Benjamin, también percibieron sueldos espectaculares. El pivote Thomas Jordan percibió en su último paso por tierras cordobesas la friolera de 20.000 dólares mensuales. Y últimamente John Eubanks, tras consagrarse como goleador en Estudiantes de Olavarría, pasó sin pena ni gloria por el club, pero se llevó más de 15.000 dólares por mes.
No sólo los extranjeros disfrutaron de la generosidad cordobesa y de la Convertibilidad de Cavallo. Marcelo Milanesio, por citar el ejemplo más notable, acordó su último contrato por la asombrosa cifra de 250.000 dólares anuales. Una cantidad similar a la del presupuesto íntegro de nacionales y extranjeros de Independiente de General Pico. Su sustituto, Bruno Lábaque, percibe alrededor de 10.000 dólares mensuales. Nada mal. El disparate no fue patrimonio exclusivo de los cordobeses. Independiente de General Pico llegó a pagarle 18.000 dólares mensuales a Melvin Johnson, por caso. Y sus jugadores nacionales siempre tuvieron contratos excelentes, cuyos cumplimientos fueron más arduos año a año.
Peñarol, por caso, fue más modesto con Wallace Bryant. Le pagó nada más que 10.000 dólares cada mes. Y las “extras” que el bueno de Wallace, poco amigo de meter la mano en el bolsillo, pedía todos los días en conceptos de taxis, llamados teléfonicos, zapatillas, etc. A Esteban Pérez se le llegó a firmar un contrato de 450.000 dólares por tres temporadas. El final: el rosarino se tuvo que ir y negociar una rescisión ante la imposibilidad de cobro.
Quilmes no fue mucho más ordenado. Contratos de 10.000 dólares mensuales para los extranjeros fueron muy comunes en los años que precedieron a la temporada del descenso. Y a Sebastián Uranga se lo contrató por la misma cifra, pero sin revisación médica previa. Conclusión: por una lesión en la espalda, el entrerriano dio lástima todo el año.
Sobran, en definitiva, los ejemplos de los excesos. El listado es muy largo. Este modelo se agotó para casi todos bastante antes de la Caída de la Convertibilidad. Y el “corralito” y la devaluación del peso le dio el golpe de gracia. Tan demoledor que ni los “ricos” Atenas, Libertad y Boca pudieron aguantarlo. La salida, dolorosa y obvia, es el retorno a los valores de los torneos de la pre-Convertibilidad. Entre 1984 y 1990 llegaron al país extranjeros notables como Eddie Pope, Michael Wilson, Norton Barnhill, Willie Scott, Wilfredo Ruíz, Leon Wilson, Philip Lockett, Cedric Miller, Eugene Richardson, Manuel Forrest, Ernie Graham, Mike Schlegel y Donald Jones, por citar a algunos. Ninguno de ellos cobraban más de tres mil o cuatro mil dólares por mes. Y les sobraba calidad. Antes de la Liga Nacional, los extranjeros venían por aún menos. Sus valores los ponía el mercado, después estúpidamente disparado hacia arriba.
Ahora el mercado necesariamente deberá bajar los salarios. Y sufrirá por unos años en la calidad de juego las consecuencias de haber elevado los valores de todas las restantes plazas de Sudamérica, que tuvieron que pagar más para no quedar demasiado lejos de la Liga Argentina.