La sal del campeonato

En la vida de Peñarol y Quilmes, Quilmes y Peñarol, siempre hay más que 40 minutos de básquetbol, por algo es un clásico. La pasión es capaz de inducir cábalas y anti cábalas de la más variada estirpe, así como también las cargadas, el depósito de fe y la fiesta preparada. Todo es un ritual que hace este partido el más atractivo de la Liga.

Estaba salado

Cuando temprano por la tarde el utilero José Guidolín fue para el vestuario de Peñarol, mucho antes que lleguen los jugadores se encontró con una sorpresa: en la puerta del vestuario había una cruz hecha con sal gruesa.

La cabala de la “mufa” se hizo famosa en los últimos días porque fue la que se encontró el técnico La Volpe en la Bombonera antes del partido que su equipo cayó como local ante Lanús.

Muchos técnicos prestigiosos en la Liga coinciden en afirmar que en un juego que llega palo y palo y se define por un punto, el resultado final lo otorga la suerte. Creencia o no ayer Quilmes contó con el plus exacto que necesitaba para llevarse el partido. Además la cábala quilmeña se extendió hasta la puerta de ingreso de la gente de Peñarol donde también colocaron una cruz de sal. Entre los mitos habrá que anotar decididamente uno más.

La estampita de San Romano

Los hinchas de Peñarol le buscan nuevas formas a la cargada de la paternidad y ayer hicieron circular unas fotocopias de una estampita de un nuevo santo milrayitas: “San Romano”

Para la nueva estampita tomaron la imagen de San Cayetano y cambiaron la cara por la del técnico de Peñarol, Carlos Romano, quien sostiene al niño con la cara de Oscar Sánchez.

Salidas con sorpresas

Las puertas del estadio se abrieron muy temprano. Cerca de las 20.00 ya había cerca de 200 personas haciendo fila en el ingreso de la puerta de Peñarol. Con más de una hora y 20 de anticipación para el comienzo del partido comenzó a entrar la gente al estadio. La parcialidad de Peñarol cubrió el 70% de la tribuna en apenas 20 minutos. Luego la popular local lució repleta. En Quilmes la gente tardó más en llegar pero también lleno su sector.

Como es habitual cuando Peñarol es local en el Poli, la geografía de distribución es muy particular. Tres de las cuatro rebatibles, toda la platea que da a la Avenida de las olimpiadas y la mitad de la platea que da a Juan B. Justo fueron para Peñarol. Como era lógico el 5-0 y el campeonato del Super 8 infló de confianza a la parcialidad milrayitas que disfrutó cantando desde el minuto cero.

En la presentación de los equipos ambas parcialidades se reservaron sorpresitas. En Quilmes la gente mostró al mismo tiempo ciento de banderitas de tela cocidas por los propios hinchas con los colores del club lo que dio un gran colorido a la tribuna. Peñarol fue una cortina de papeles y la primera fila de asientos de la popular descubrió las letras que formaba un cartel que decía: “5 a 0 Set Point”.

¿Huevo vidente?

Antes del partido Oscar Sánchez analizó las claves del partido. Entre otros conceptos dijo “Tenemos que tener concentración absoluta en los últimos 6 segundos de cada ofensiva de ellos, no perder de vista a Mikulas en el rebote ofensivo y tenemos que hacer entre 82 y 84 puntos para ganar”. Sin quererlo, el técnico dio el resultado exacto de su equipo (83 pts) en la primera victoria del año de sus dirigidos en el clásico.

Colorado el 1

Este fin de semana se lanzó la primera bola de la temporada en el casino oficial de Mar del Plata y aunque el resultado no fue colorado el 1, al menos el título sirve para graficar la situación del árbitro Pablo Estévez.

El “colorado” Estévez demostró nuevamente que pasa por un gran momento de madurez como árbitro. Ayudó mucho a su compañero Sergio Tarifeño y se cargó la responsabilidad del clásico al hombro. No permitió que ni el “Huevo” Sánchez y ni el “Negro” Romano le manejaran el partido. Discutió en los momentos precisos y como hacía el gran “Colorado” Raúl Chávez no desafió nunca a los jugadores permitiendo muchas veces que descarguen sus broncas por unos segundos.

La gente de Quilmes recriminó un par de cobros y desde el banco dos tipos con mucha experiencia salieron a protestar: Javier Martínez y Esteban de la Fuente. Estévez los calmó y aun en al diferencia de criterios de una falta u otra siempre llevo ordenado el partido.

Sobre el final pitó una falta en ataque de Pittman a falta de un minuto y medio, un doble con falta de Locatelli a falta de 12 segundos y un doble con falta de Ginóbili a falta de 4. No recibió ninguna protesta y se retiro de la cancha desapercibido, como debe ser, coronando un gran trabajo. Es bueno reflejar cuando los árbitros hacen todo a favor del espectáculo.

Cerca del lleno

Finalmente no ocurrió la dicha de completar a full la capacidad del estadio Polideportivo “Islas Malvinas”. Según informó la dirigencia de Peñarol quedaron 200 entradas sin vender del lado de Quilmes y en total fueron 6500 las personas que concurrieron a la cancha contando periodistas y gente de la organización. Fue de los 5 clásicos jugados en el Poli este año el que de mayor concurrencia. Con el cálido día que hizo en Mar del Plata (30 grados) el clima dentro del estadio era de mucho calor.

Cuidemos al clásico

Una vez que terminó el partido los hinchas de Quilmes bajaron al parquet a celebrar con sus jugadores que se quedaron saltando y cantando dentro de la cancha. Los hinchas de Peñarol no aguantaron la gastada y también bajaron al campo con el ánimo de encontrarse con sus rivales.

Aquí cabe un detalle para nada alentador. Por más que haya mucha policía, si las parcialidades se quieren encontrar, lo pueden hacer. Los 150 efectivos policiales que dispone el COPROSEDE para este evento brilló por su ineficacia en la contención de algo elemental.

Por fortuna el esfuerzo dirigencial de Peñarol dio sus frutos, porque el local agrega 30 personas de seguridad privada quienes fueron justamente lo que contuvieron la posible debacle. Los uniformados de gris rápidamente colocaron hombres en la cancha de cada lado para evitar que se enfrenten, luego, tarde, la policía reaccionó. Esta situación quizás le cueste una multa a Peñarol, de todos modos lo peor fue la mancha en un clásico que fue una fiesta. Una mancha innecesaria provocada por unos pocos.

Pablo Tosal
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