Ben Hur viajó a Brasil sin preparador físico ni kinesiólogo, aunque parezca increíble. La explicación está en que la Consubasquet paga hasta quince pasajes en este torneo y de haber una delegación superior, la diferencia corre por cuenta del Club.
Julio Lamas dispuso que viajen once jugadores (le había prometido al juvenil Ariel Hillebrand que lo iba a hacer, aunque no suele ingresar, lo cual en esta situación puede ser opinable) y las plazas restantes fueron para el asistente Facundo Müller, el utilero Gustavo Turatti y el dirigente Juan Carlos Gramaglia. Por ende, no viajaron el Profe Eduardo Costamagna y el kinesiólogo Fernando Masut, todo un riesgo ya que de registrarse una lesión hay que encomendarse a la buena voluntad de los médicos del equipo brasileño.
Otra situación que fastidió a la delegación fue que, además de recorrer 400 kilómetros en micro de San Pablo a Franca, tuvo que alojarse en un Hotel abandonado, utilizado también como Hospital. En esto tiene que ver la poca predisposición de los dirigentes brasileños, que en Rafaela tuvieron un alojamiento en un Hotel de los mejores que existe en la ciudad.
Además, hubo que soportar a varios “torcedores” la noche previa al juego arrojando pirotecnia en las puertas del lugar, hasta las 4 de la mañana.
El entrenador y sus colaboradores también tuvieron que recurrir a toda la dialéctica posible para convencer a los extranjeros, Terrence Hill y William McFarlan, que ayer habían amenazado con no jugar por un atraso económico.
Al fin y al cabo, estas situaciones no sorprenden si se tienen en cuenta las divergencias entre la Subcomisión de Básquet Profesional y la Comisión Directiva, más allá de que los presupuestos son separados.
Una pena, porque Ben Hur está representando no sólo a su gente, sino a la ciudad (que indudablemente no responde como en otras temporadas) y al país (tampoco hay apoyo de la AdC o la CABB). Y otorgar este tipo de ventajas es demasiado.