¿Podrían jugar mejor?

Cuando se jugó la serie final de la NBA de la temporada 2004/05 entre San Antonio Spurs y Detroit Pistons, el mandamás de la liga más poderosa del planeta estaba preocupado y no era para menos, partidos que no superaron los 80 puntos (en 48 minutos por juego) durmieron al público americano y se registraron niveles de audiencia tan bajos como no hacía en 20 años.

Para la NBA la final es muy importante porque se vende el básquetbol, se vende la liga, más allá que se corona un campeón.

Cuando se reclama que Boca salga de la bombonerita no se pide que Boca pierda su condición de local que legítimamente ganó, se pide que agrande el negocio, que piense en el resto. Justo Boca, que no recauda un solo peso genuino del basquet.

Es lo mismo que cuando se pide en la final que los partidos sean correspondientes al nivel de los equipos que accedieron a ella. Como el básquetbol en la liga nacional esta defendido exclusivamente desde la pasión, sólo importa el campeón, entonces salen las frases regaladas: “las finales hay que ganarlas y no jugarlas”, magnífico pero el espectáculo que brindan Boca y Peñarol sólo les terminará importando a los hinchas de estos dos equipos. Y la Liga Nacional Movistar es mucho más que ellos dos.

En principio, rápido, se atajan los protagonistas en declarar que hay mucha presión de por medio. El técnico Carlos Romano manifestó que en Mar del Plata hay un exagerado optimismo marcado por los medios para que su equipo gane. La euforia de la gente y la necesidad de salir campeón estarían (parece) complicando a Peñarol. Del otro lado Boca tiene la obligación, según sus dirigentes, de salir primero y se suma la posibilidad de voltear al uno de la serie regular y cerrar con un broche de oro un año complicado. La presión para ellos también es importante.

La pregunta es: ¿Y porque juegan mal entonces?. Vale decir, ¿una situación de alto grado de stress y responsabilidad conlleva directamente a perder la sintonía fina?. Digamos ¿el ucraniano Sergei Bubka o la rusa Elena Isinbayeva deberían haberse matado de un golpe cuando fueron a buscar la plusmarca mundial de salto con Garrocha?. Sin embargo asumiendo las presiones del caso, tomaron la responsabilidad y bajaron un récord tras otro. La presión existe para todos, pero no por eso se deja de ser precisos en lo que se hace.

Juegan mal porque están jugando mal. Un partido es entendible, dos es hasta aceptable pero tres juegos de bajo nivel invita a preguntar ¿por qué?. Lo único concreto es que los hinchas que no son de Peñarol o Boca están cada vez más lejos del televisor.

No hay grandes respuestas a la vista. Apenas se me ocurre una que tiene que ver con la proyección que ambos equipos marcaron durante la temporada. Boca jugó muy bien sólo por momentos, bien durante gran parte de la segunda fase y fue muy irregular en líneas generales, siendo defendido desde las poderosas individualidades que tiene. Peñarol jugó mejor como equipo, creando de la nada una rotación muy larga de rendimiento parejo.

Mano a mano, juego por juego, Peñarol debería ser superior, y esto es un pensamiento general. Dijo el técnico de Regatas Corrientes, Silvio Santander, cuando terminó la serie de Semifinales: “Ellos jugaron bien durante 9 meses, nosotros hace 90 días”. Este plus de jugar bien todo el año abre confianza en uno y merma la de otro.

Boca sabe que lo suyo está en la defensa y la lucha, para gozar de sus talentos en ofensiva. Es Boca quien propone una serie de mayor fricción y de lucha. El técnico xeneize, Gabriel Piccato declaró en las tres conferencias de prensa post partido: “Nuestro objetivo es llegar a un final cerrado”.

Boca lo tiene clarísimo. Final parejo y recarga de la presión al rival. No habla de jugar lindo, ni mejor ni distinto. La pregunta casi natural es ¿Acaso puede hacerlo? ¿Puede jugar mejor?. Seguramente que si, parece no interesarle.

En cambio mucho más se espera de Peñarol. Ahora cuando el equipo de Romano tiene un rival que le propone un juego de fricción, acepta el convite, como un boxeador que acepta el cambio de golpe por golpe y se olvida de boxear (en este caso jugar). Lo ha hecho todo el año, siempre que le proponen lucha no se esconde, pero se olvida de lo otro. La personalidad del plantel milrayitas es muy importante, pero sos sus mismas altas revoluciones las que se van de vuelta.

Un dato insoslayable también es el pobre nivel arbitral. Lo de el terceto Rodrigo-Sampietro y Fernández anoche en la bombonerita fue francamente impresentable. Ha cambiado el reglamente para los Play offs y no nos hemos enterado. Si los árbitros permiten cortinas en movimientos (con el agregado de la violencia que los jugadores les están poniendo) tomar un tiro claro al canasto es casi una utopía. De ahí a cobrar tres segundos hay una distancia como de acá a la NBA. Imposible que se cobren cosas así que están dentro del reglamento, pero según parece, no de las finales.

Peñarol accedió a su segunda final en la historia de la Liga o por mejor decir, la primera en 13 años. Esto le ha creado una necesidad de poner el objetivo por arriba de los medios. Quiere ser campeón como sea y que lo recuerden por la fase regular. Boca es algo similar, acallaría críticas (bien fundamentadas) que recibió todo el año. Para Boca y Peñarol jugar lindo no es algo que les preocupe. Para nosotros si, sobre todo porque sabemos que ambos equipos pueden hacerlo. Tienen material suficiente (y lo han demostrado) para brindar espectáculos muchos más dignos.

No se puede defender la emoción desde la paridad cuando ambos están nivelados para abajo. Ni siquiera tiene que ver con hacer muchos o pocos puntos. Los que amamos el básquetbol queremos un poco de juego muchachos, la liga se lo merece.

Foto: Majo Gil (mjgil@pickandroll.com.ar)
Pablo Tosal
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