Salando las heridas

Lo voy a decir ahora, rápidamente y lo volveré a repetir en el cierre. Peñarol vivió la mejor temporada de su historia en la Liga Nacional, fue un claro dominador de todo el certamen y solo le faltó el broche de oro.

Dio un paso gigantesco en su objetivo de crecimiento y tuvo 8 meses de competencia de enorme calidad que no se pueden empañar por haber perdido una final de liga. Es menester apurarse a decirlo para que el lector no caiga en errores lógicos. Esta nota versa sobre la final de la Liga nacional, no sobre la temporada de Peñarol. Si se quiere hablar de la campaña que tuvo el equipo de Carlos Romano no hay más que elogios.

De hecho esta página ya lo anticipó cuando comenzaron los play off. Y la contundencia que trajo la serie regular de Peñarol derivó en un rótulo de candidato al título que de ningún modo le quedó grande. El técnico del equipo trató de quitarle la etiqueta de máximo candidato, habló de presiones, afirmó que la locura que se vivía en Mar del Plata era un arma de doble filo para el plantel.

En parte es cierto, la mochila que se cargó Peñarol fue demasiado dura de soportar, pero la falta de temperamento para cargar con la presión no fue el único problema que afrontó Peñarol para quedarse a las puertas del cielo. Si así hubiese sido sólo estaríamos hablando que los jugadores no soportan la presión y esto derivó en malos porcentajes. Una final de liga pasa por allí y por muchos lugares más.

Coincidía en una charla informal con mi colega y amigo Miguel Romano del Diario La Nación que Peñarol tuvo el jugador más duro mentalmente en el banco de suplentes: el propio técnico. Sin embargo ninguno de los que estuvo en cancha logró asimilar la presión de la serie. Mientas Boca tiene a un hombre de espíritu tremendamente ganador como Leo Gutiérrez, su emulo en Peñarol era Carlos Romano, pero el “Negro” hace rato que dejo los pantalones cortos.

No hubo en Peñarol un MVP, la falta de un jugador que llevara hacia delante a los suyos fue determinante. Por experiencia e identificación con la gente debió ser Sebastián “Tato” Rodríguez pero no lo fue. Gabriel Míkulas es un extraordinario jugador pero no es líder y Jason Osborne estuvo apagado. Juan Manuel Locatelli fue el espíritu del equipo, pero el escolta es la quinta opción ofensiva, y así se hace muy difícil que sea líder.

Aquí comienza el otro terreno. Dicen que las finales se ganan, no se juegan, pero es imposible que se gane a las piñas. No se trata de ver quien es el que más coraje tiene sino que en básquetbol, juegue lo que se juegue, la táctica y estrategia tiene todo que ver.

La ligera sensación que Boca lo ganó de guapo al torneo es errónea y además sería muy injusto con Gabriel Piccato y su cuerpo técnico si no se veneran los aciertos tácticos de la serie, así como también tapar las carencias de Peñarol. El milrayitas perdió la final porque no jugó como Peñarol en toda la serie.

Ya argumentamos la parte emocional, pero ¿Por qué no repitió el juego de la serie regular?. En principio porque encontró su curva descendente del torneo justo en la parte decisiva de la liga.

Todo equipo pasa por baches en una liga, Peñarol no había tenido ninguno. Pero si se recuerda bien, el equipo marplatense estuvo penando en las últimas fechas de la serie regular para quedarse con el bendito número uno. Como jugaba sin Jason Osborne parecía que era el factor determinante.

Cuando comenzaron los Play off de cuartos de final, Peñarol abrió con equilibrado duelo ante Atenas y luego tuvo un desastroso segundo juego de local que llegó a perder por 15 puntos en el primer tiempo. Terminó ganando dicho partido a los ponchazos y la serie 3-0 mucho más pareja de lo que se imaginaba.

El técnico Romano declaró entonces que había logrado algo histórico e inédito al sacar a Atenas 3-0 sobre valorando lo que habían conseguido. También nos apuramos a decir desde estas páginas que este Atenas solo tenía de igual la camiseta con respecto a los equipos históricos que formó el club cordobés. Había pasado de milagro a Quimsa y nunca podría haber sido escollo de Peñarol.

En semifinales otra vez, se vio dominado de local por el conjunto visitante. Regatas Corrientes sorprendió con su buena defensa y dinámica de equipo y llegó a dos cierres de juego muy cerrado. El conjunto de Santander tiró por la borda el primer partido que debió haber ganado y perdió ahí nomás el segundo, siendo Peñarol entonces superior en el final.

Luego perdió el tercero en corrientes no jugando bien y el cuarto fue la mejor actuación de Peñarol en todos los play off 06/07. Una verdadera máquina de jugar que hizo recordar al equipo de la serie regular. En la suma entonces llevaba 6 victorias y una derrota pero había jugado realmente bien sólo dos partidos (el tercero en Córdoba y el cuarto el Corrientes) mientras naufragó en el resto.

Lo que sucedió después confirmó que Peñarol ingresó a los play off con la curva descendente que traía del final de la liga. ¿Qué problemas arrastró?. Principalmente el de la base. Sebastián Festa fue clave en toda la temporada milrayitas. El mejor base suplente del torneo jugó minutos importantes en el relevo de “Tato” Rodríguez. No fue un base que sumaba minutos por el descanso del titular, ingresaba por necesidad y urgencia y rendía siempre.

Fue quizás una de las mejores temporadas de la carrera de Festa, gran mérito de Romano, que le ganó la pulseada al temperamental base. Festa lució sin estridencias, jugando para el equipo, haciendo siempre lo necesario, y aunque su temperamento lo lleve a tomar a veces resoluciones apresuradas con el aro, tuvo muy buenos porcentajes.

Rindió mucho y fue factor clave para que junto a Sebastián Rodríguez se conviertan en la mejor base del torneo. Esto ayudo al equipo a tener muy buena dinámica de pases, circulación de balón e imposición de los ritmos de juego.

Esta introducción, como se imaginarán, viene a cuento de lo que luego pasó en la final. Tal como se puntualizó el cuarto juego en Corrientes de la serie semifinal, donde Peñarol logró el pase a la final, fue un juego sin fisuras, un verdadero poema del básquet. En dicho partido, el fantástico último cuarto la base la asumió José Muruaga (tirador por excelencia), mientras “Paco” y “Tato” Miraban desde el banco. Cuando Peñarol sacó más 14 puntos, a poco de terminar, ingresaron ambos para terminar la faena. Pero la apuesta de Muruaga de base, de visitante, en un momento clave, a Romano le salió muy bien.

Esta consigna la trasladó a la final, habiéndola probado muy pocas veces en toda la competencia, con un dato insoslayable: la temporada de José Muruaga fue de mayor a menor. Sin ser base, debió conducir el equipo en largos minutos de la final.

El ingreso del sub 23 esconde un problema que Romano no pudo zanjear. Cuando Festa careció de porcentajes y Tato también, Peñarol perdió el orden del equipo y el técnico les quitó apoyo. Carlos Romano tiene como entrenador la facilidad que no todos poseen: le sobra personalidad para sacar y poner a quien sea. Esto a veces juega a favor y otras en contra.

Durante toda la temporada manejó la rotación del banco de suplente con destreza, y esto provocaba más de una cara larga, pero como el equipo ganaba, nadie decía nada. Los jugadores de Peñarol tenían más gana que nadie de salir campeón y en función del objetivo dejaron el vedettismo de lado. Todos sumaron, siempre. De tal modo se generó el famoso “equipo largo”.

Sin embargo no es lo mismo Muruaga de base, que Festa o Rodríguez. Y aunque no es matemática de 2+2, la ecuación es sencilla. Las pruebas son aceptadas mientras las cosas salgan bien, sino hay un problema en puerta. Y esto pasó en la final. No es algo común ver a un jugador insultar a su técnico cuando lo reemplazan ni tampoco hacer gestos de todo tipo, menos en un equipo que fue primero todo el año ¿Qué cambió?, que ahora el equipo no funcionaba, y esto generó desconfianza.

Por eso también se destacó Legaria en la final. Raymundo fue bancado por Piccato y respondió con notable actitud y puntería. Peñarol tuvo un lío bárbaro desde la base.
Otros de los problemas que afrontó Peñarol fue la resolución de la marca de Legaria. Mientras el mejor defensor de la media cancha, Juan Manuel Locatelli, se debatía en la marca de Oroná primero y Robinson después, los bases de su equipo no podían contener al rival. Locatelli podría haber tapado a Legaria, como opción. Un alero marcando un base (Robinson marcó por momentos a Tato) es un variante que Peñarol no tomó.

Cuando Boca le propuso jugar cinco contra cinco en un ritmo lento, Peñarol aceptó el convite, y tampoco se apuró después de bajar el balón en el rebote defensivo para provocar un juego de control confiando en el “pase extra” que siempre le dio en la temporada un tiro claro. Fue cierto cuando Romano dijo que “faltó paciencia”. Pero es adjudicable en los dos primeros juegos de la serie. Ya en cinco juegos suena irreal no haber conseguido dinámica de pases por sí mismo. Lo logró con éxito en el sexto, pero justo Boca estaba endemoniado (12/24 en triples).

En Peñarol las opciones ofensivas fueron: Pittman, Osborne, Mikulas, Rodríguez y Locatelli, en ese orden. Dijimos que Locatelli fue el mejor jugador de Peñarol en las finales siendo la quinta opción ofensiva. Juan Manuel además de defender al tirador rival siempre tomó el tiro más complicado de su ofensiva, el tiro sucio, de fin de posesión de 24 segundos, de rebote largo, de ofensiva trabada. Pocas veces salió de las cortinas jugando para él, para su tiro franco. Romano insistió con Osborne que dio muy poco y no hubo forma de hacerlo entrar en juego a Pittman, muy bien tomado por Jamal Robinson y Oroná.

La falta de porcentajes es atribuible a las condiciones anímicas y a la suerte. Y no esta mal, pero también hubo falta de resolución táctica para tomar tiros más liberados. Los problemas de la base, la rotación larga con jugadores que le pesaron la final, la falta de un MVP, el bajo nivel de Osborne y Rodríguez. Todo fue sumando para jugar a lo que Peñarol no jugó en todo el año.

Fue demasiado basquet en 8 meses de campaña para ver una imagen tan pobre sobre el final. Peñarol merecía el título pero nadie gana con órdenes de merecimientos. Debe refrendarlo en la cancha. Se fue la mejor temporada de Peñarol en su historia sin el título prometido, y aunque solo se trate de salar un poco las heridas, se debe continuar con esta fórmula de trabajo y aprender de los errores cometidos. Por este camino, el título llegará de manera lógica, como un regalo.

Foto: Majo Gil (mjgil@pickandroll.com.ar)

Pablo Tosal
www.pickandroll.com.ar