Mi primera vez

Nunca en mi vida había llorado de felicidad, hasta hoy. La entrega de este equipo y su amor por la camiseta, ejemplo para las generaciones futuras y para muchas de las mayores que colocan sus intereses por encima de la celeste y blanca, no pueden generar más que orgullo, respeto y felicidad entre los privilegiados que estamos teniendo la fortuna de presenciar este hecho histórico.

Rompiendo cualquier marca previamente registrada en el básquetbol femenino, lo realizado hasta aquí por estas jugadoras comienza a codearse con los máximos logros de las categorías menores masculinas. Casi sin darse cuenta, estas doce chicas que hoy disputan el mundial de la especialidad en Bangkok realizaron la transición de lo “destacable” a lo “admirable”.

Los segundos pasaron, Argentina robó el último balón a través de Andrea Boquete, y esta, con fintas prácticamente en una baldosa, no solo evitó los fules que hubiesen alargado la agonía del juego, sino que además canalizó todo el esfuerzo realizado en conjunto y como por arte de magia convirtió el esférico del partido en el boleto a las semifinales.

Si en las victorias previas hubo lagrimas, esta tarde la Arena I se inundó por un mar de llantos. La euforia, la sorpresa, el sacrificio y el esfuerzo de tantos meses de trabajo en las sombras se vieron reflejados en esas lágrimas que no paraban de brotar, dejando ver que una parte de ellas tenía contacto con la realidad y entendía que acababan de realizar algo nunca antes alcanzado. Sus caras en cambio, no podían borrar el asombro.

Como un desvalido que encuentra en un reparo el mejor refugio para pasar una fría noche, las nuestras, sin grandes festejos, se aglomeraron cerca de la esquina que forman el banco de suplentes y la línea de fondo, y comenzaron un nuevo paso dentro de su eterna comunión. Abrazadas de a pares, atónitas, con lagrimas de gloria mojando sus rostros y una verdad que por emotiva que era costaba digerir, a las criollas les tomó algunos minutos retirarse hacia la zona de vestuarios. Quedó atrás la parte pública y el festejo pasó a ser íntimo.

Luego de elongar y pasar por las duchas, Argentina se dirigió hacia la embajada de nuestro país en Tailandia, donde el embajador Felipe Frydman cenó con toda la delegación, además de una pareja de tango que se encontraba de gira por estas tierras.

Cambiando el menú que a diario tienen en el piso 24 del Maxx hotel, nuestras chicas pudieron degustar lasaña y empanadas de carne, y como postre, el típico alfajor marplatense junto con una especie de turrón asiático. Por pedido de ellas, la pareja de danza dio una demostración, y acto seguido, el propio embajador demostró sus habilidades con el dos por cuatro.

Entendiendo que aún no está nada dicho, y que la posibilidad de seguir creciendo en este mundial está latente, el elenco argentino se retiró de la reunión no sin antes obsequiarle al mandatario coterráneo un banderín con la firma de todos los integrantes del elenco criollo.

Mañana será día de semifinales y está claro que al llegar a este punto, el objetivo una vez más es seguir creciendo. De todas formas no hay que olvidar la fecha: viernes 31 de julio. El día que el deporte nacional escribió una nueva página en su libro de vida.

Fotos: Emanuel Niel (eniel@pickandroll.net)

Emanuel Niel – Enviado especial a Bangkok
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