(Diario de viaje) Una de las principales complicaciones que encontré en el viaje ha sido dar con los horarios de paso de la guagua, que es ni más ni menos que el colectivo de línea que circula por las calles de San Juan.
Autor:Daniel Serorena
De entrada, vale aclarar que no hice demasiado caso a nuestro conserje Rafael, cuando nos sugirió que “cogiéramos la guagua” para movernos por San Juan. Siempre sostuve que no soy un buen viajero en colectivo urbano, quizá por falta de costumbre en Gualeguaychú o por escasos viajes a Buenos Aires, donde el “bondi” es el medio de transporte más usado.
El caso es que la guagua de Puerto Rico se ha convertido casi en mi enemigo público número uno. El miércoles intentamos junto a Demián, mi abnegado compañero de ruta, esperar el paso de la dichosa guagua para ir hacia el Coliseo Roberto Clemente para el debut de Argentina. Desconocedores de los tiempos y frecuencias de recorrido, salimos con tiempo para esperar el paso de la guagua, pero hete aquí que nunca paso en la media hora que estuvimos al rayo del sol esperando.
Una morocha puertorriqueña ubicada detrás nuestro, hablaba por celular con alguien y explicaba que su demora se debía “a que no pasa una maldita guagua”. Entonces la ecuación fue clara, si reniegan los locales, qué queda para nosotros, pobres argentinos devenidos en conocedores de guagua. El taxi fue la solución, 15 dólares mediante.
Tercos como pocos, el jueves que Argentina no jugaba, salimos dispuestos a ganarle la batalla a la guagua. La intención era visitar el Viejo San Juan y nos ubicamos en la parada de la guagua sobre la Avenida Ashford detrás de nuestro hotel. Demás está decir que “Doña guagua” ni asomó por nuestra posición en la siguiente media hora. Otra vez taxi, esta vez con un importante regateo, y viajamos cómodos al Viejo San Juan.
Después de maravillarnos con la belleza del casco antiguo de la ciudad, recorrimos la misma y fuimos por la tercera, que en definitiva fue la vencida. Luego de preguntar, dimos en un extremo del Viejo San Juan con la terminal desde donde inicia su recorrido nuestra amiga la guagua. Entramos como quien entra a un cumpleaños, contentos por haber conseguido el objetivo, pero nada es sencillo en la vida “guagüeña” de quien suscribe y tuvimos que mandarnos un pique digno de Messi para poder subir al vehículo.
Pero como la venganza es el placer de los dioses, o algo así, el destino jugó la última ficha a nuestro favor. El viaje sale 75 centavos de dólar y no se aceptan billetes, el conductor nos dijo amablemente que colocáramos en el monedero las monedas que tuviéramos. Orgullosos, como quien comete una travesura infantil, depositamos 45 centavos de dólar, que era lo único que teníamos en nuestros flacos bolsillos y terminaron ahorrándonos más de un dólar en el viaje.
En definitiva, viajamos en guagua, más barato y con aire acondicionado. Lujos que te da la vida en Puerto Rico.