No hay que dejar pasar el momento

Según dicen, el tren pasa solo una vez en la vida. Hay que ver el momento, no titubear y subirse, porque perder ese envión puede significar no contar con otro empujón de esa magnitud por del resto del camino. También hay gente que piensa que Dios es argentino, y por ello es que a veces la locomotora del éxito frena por segunda ocasión en la estación, esperando por alguien que ocupe sus vagones.

Otros opinan que la suerte no llega sola, que hay que llamarla. Que los buenos resultados no son cuestiones azarosas, sino por lo contrario, fruto de un trabajo constante detrás de un lineamiento. Y por sobre todas las cosas, que lo complicado no es llegar, sino mantenerse.

Yo prefiero quedarme con un poquito de cada enunciado. La cuota de fortuna divina para volver a tener el ferrocarril en la puerta, el trabajo incansable que da sus frutos y llama a la suerte, y la más ambiciosa de todas las metas: perdurar en el tiempo, y que las alegrías de hoy no sean un simple destello en el universo.

El tema que nos compete, más allá de la alegría por el buen año, pasa por el hecho de comenzar a diagramar que pasará mañana. Y la retórica no es vacía, ya que por carencia de este planteamiento el buen desempeño en el mundial 2006 quedó en la nada, se escurrió entre los dedos, y lo que es peor, antes de utilizar las neuronas para potenciar dicho logró, se agudizaron los sentidos para tener listo el dedo inquisidor ante el menor tropezón.

En este 2009 lleno de gloria, los laureles o las ansias por subirnos al carro ganador no pueden cegarnos otra vez. Y el planteamiento engloba a todos los estamentos. A los medios; para que aquellos que no estuvieron estén, y para que los que dijeron presente sigan profundizando en el tema.

En el cuerpo técnico, para continuar exigiéndose ahora que cuentan con los resultados como regocijos para el alma. A las jugadoras, para que entreguen aún más de lo que vienen dando en post de la disciplina. Y en los dirigentes, para que potencien desde su lugar tantas alegrías juntas, las canalicen y logren volcar en hechos concretos los buenos resultados, y que estos no se escapen como hace tres años.

Por un virus propio que convive en el micromundo que representa el femenino dentro de la esfera del básquetbol nacional, la malicia, la envidia, y la ignorancia son moneda corriente, y atentan directamente contra el progreso. Sin ser banal, y buscando separar el trigo de la paja aunque a veces cueste, un grupo notorio siempre se muestra expectante, esperando malos resultados.

Se desea que a la selección nacional no le vaya bien… ¿En qué momento comenzó a resultar lógico que la camiseta celeste y blanca no esté por encima de todo y de todos? ¿En qué momento los intereses personales comenzaron a pesar más? ¿Desde cuándo a cierta parte del estrato se le nubló de tal forma la mente que consideran que está bien atentar contra lo que es de todos?

Seguramente que aquellos dueños de “su” verdad al leer estas líneas se vayan por la tangente, no lleguen a visualizar el problema, y encerrados en sus nubes de algodón vuelvan a cargar con cuestiones, que si bien son debatibles, nunca terminar de argumentar con sustento.

Con los logros de este 2009, el hecho de pedir la cabeza del entrenador y su cuerpo técnico costará un poco más, aunque si de quijoteadas se trata, el femenino la sabe lunga. Ahora algunos detalles a tener en cuenta al respecto: ¿Por qué? ¿Se trabajó tan mal? ¿Quién ocupará ese lugar? ¿Con qué argumentos? ¿Se dará de baja a todos los colaboradores? Las preguntas para continuar la reflexión podrían seguir, estas sirven como disparadores para buscar crecer... siempre y cuando el lector quiera eso.

El otro punto que siempre se ataca: Las jugadoras no convocadas. No se habla de más horas de entrenamiento. Ni de una mejor Liga Nacional para dejar de concentrar el básquet solo en Capital Federal. Ni de una mejor capacitación para los entrenadores. Ni de mejores instalaciones para las chicas que practican este deporte. Ni del buen trabajo que se realiza en las menores de cada club. Ni de la sumatoria de provincias a la federalización de esta disciplina. Ni de prevención en el deporte para no tener tantas lesiones graves en chicas de corta edad. Solo importa el porqué fulanita o menganita no están.

Este año ha servido para tirar al suelo los altares que se habían construido sobre ídolos de barro. Si un grupo merece reverencias por encima de cualquier otro, es el de las U19, que lograron la medalla de bronce en el mundial de Tailandia. Claro está, alguien que llega tan alto tiene como bandera la humildad, y por tal motivo, su grandeza y devoción hacia la celeste y blanca vuelve impensando que ellas requieran idolatría. Su máximo gozo es vestir los colores patrios, y vaya que lo han dejado en claro.

En referencia directa a las que no conformaron el plantel de mayores, hay que mencionar que su ausencia no fue determinante. Por primera vez en su historia nuestro país se ubicó segundo, por lo que las 12 integrantes de la plantilla, evidentemente, no han desentonado.

Se ha comenzado a generar el recambio generacional, y al margen del ensamble del plantel, hasta el resultado ha acompañado. Seguramente que en un corto tiempo nuevos nombres continúen nutriendo el elenco mayor ya que otros se comienzan a despedir, e incluso, porque no, se produzca algún retorno, siempre comprendiendo que la camiseta está por encima de cualquier nombre.

Desde mi humilde opinión, quien quiera volver a sumar debe ser bienvenido otra vez, en tanto que aquellas que priorizan otras cuestiones o buscan a través de su negatividad destruir lo que se viene construyendo, necesariamente, por la salud endeble que siempre maneja el femenino por el “virus” mencionado párrafos atrás, debe ser mantenida al margen.

No hay que desaprovechar el momento. Lo que se vive es mucho mejor que en el 2006 y dependerá de todos saberlo valorar, potenciar y volcar en dividendos para el crecimiento de esta área que siempre debió sobrevivir bajo las sombras. Crecer no es sencillo, pero es momento que el femenino deje de jugar con muñecas, madure y de una vez por todas comience a despegar definitivamente. Al fin y al cabo, aprovechemos que Dios es argentino y nos regaló otro tren.


Emanuel Niel
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