Un Rey que no decide por su reino

Disculpen Uds. Toda la nota será en primera persona. No estoy para la siempre distante tercera persona omnisciente.

“Quiero verte otra vez, ohh no te vayas campeón!”… ha sido para mi uno de los himnos más hermosos que una hinchada canta en una cancha sea del deporte que fuera. El tributo de la gente para con su ídolo deportivo es altamente conmovedor. ¿Por qué aman a quien no conocen? ¿Por qué elevan pedestales y luego derriban monolitos?.

Así es el deporte: un lugar de pasiones cosmopolitas. El odio, el amor, la pasión, los sentimientos más radicales viven en él.

Yo no celebro la decisión de Manu. Al menos celebro que sirve para que, por unos días, se dignen a hablar un rato de básquet en cada café. Para que algo de básquet salga en TN se tienen que agarrar a piñas en Olavarría. O bien Manu se tiene que bajar del mundial. Que espanto la difusión de nuestro producto (pero ese es otro tema).

La decisión de Manu divide al país entre herejes y devotos. Moros y cristianos frente a frente. Y es natural. El que decide no ir a la selección es Emanuel Ginóbili, el básquetbolista más talentoso, carismático y ganador de nuestra historia. Su imagen refleja una proyección de sentimientos en cada uno de nosotros. Verlo a Manu con la camiseta celeste y blanca era para muchos un deseo, verlo a Manu feliz con su familia ante el nacimiento de sus hijos y descansando su físico según su voluntad era para muchos otros una necesidad.

Los entendedores de siempre dirán que la decisión de la persona es la única que hay que respetar. Hermann Hesse en su fenomenal libro “El Lobo estepario” mediante su tractat habla del burgués siempre situado en el medio, entre los extremos, en una zona cálida alejada del calor y del frío: “El burgués es por naturaleza una criatura de débil impulso vital” dice Hesse. La alegoría se completa así: quieren el bien de la selección, pero también aman a su ídolo (al menos el que formaron en su mente) y por lo tanto aceptan las normativas que se impongan o interpongan entre ellos.

Yo respeto mucho más a los otros: a los que se tiran de cabeza, a los que se juegan defendiendo o atacando a Manu por su decisión. Y acá viene el inicio del cuento:

Emanuel David Ginóbili el 28 de julio cumplirá 33 años. Hace 15 años era un adolescente que soñaba con vivir del básquet “No me cabía tanta alegría en el cuerpo cuando me dijeron que iba al mundial”, declaró Manu cuando el técnico Julio Lamas lo eligió en 1998 con visos de futuro por encima del tirador confiable Jorge Racca para ir al mundial de Grecia. Sus decisiones, por lógica, no estaban atadas a las consecuencias sociales o profesionales. Hoy si.

En el medio de su inconmensurable alegría por ser elegido para defender a la selección en el mundial 98 y esta renuncia actual, hay una situación que debemos desanudar.

Los que nos ponemos tristes y fastidiosos por su renuncia levantamos la bandera nacional, los que comprenden la decisión defienden al ser humano, al hombre. Habría que ser en verdad necio de no entender a la patria y al hombre, porque uno es consecuencia del otro, vale decir. Ambas posturas son lícitas.

¿Cual Patria? o ¿Qué defensa de la patria? Podrían preguntar los “devotos”. La respuesta “hereje” es sencilla: la misma que hace que un jugador que gana 1 millón dólares por mes se ponga una camiseta por 5 mil dólares. Esa patria. La que no tiene dinero sino bandera.

¿Debe hacerlo?. Obvio que no. El deportista profesional hoy tiene una doble vida: “el pro-hombre y el villano que se dan la mano” del que habla Serrat. Leía años pasados que en el futuro (cada vez más cercano) los gobiernos deberán pagarles a las empresas por vivir. No estamos lejos. El dinero decide, fabrica lo que deba fabricar, incluso patria.

Es muy posible que San Antonio Spurs haya ejercido una presión total para que Manu no acceda a la selección cuando pautaron los modos de la renegociación del contrato. Como esta reglamentado que las franquicias no pueden prohibir a un jugador a participar o no en la selección de su país, la determinación la debe tomar el propio jugador. O bien hacerse cargo públicamente.

Tal vez eso fue lo que Manu dejó ver entre líneas cuando se apuró a decir que estará presente en el preolímpico. Justo él que mide cada paso y no se apura al hablar del futuro dice que no al Mundial pero si al preolímpico.

“Manu está pensando en proyección, como suele ocurrir en los países organizados, piensa en términos de tres años y no del corto plazo”, sostuvo Sergio Hernández cuando regreso de su visita a Ginóbili, luego de su encuentro en Los Angeles.

En las justificaciones cotidianas que incluso nosotros mismos los periodistas hacemos, una charla con un taxista me hizo reflexionar. Luego de pronunciar la palabra “cansancio” o la palabra “Stress”, el tachero me dijo: “Le cambio a Ginóbili 12 horas de manejar acá por jugar al básquet, viajar en avión, dormir en hoteles 5 estrellas y cobrar su salario por el mío”.

En definitiva me di cuenta que no se trata de Ginóbili sino de la gente. No creo que la gente busque en Ginóbili un ejemplo de vida, lo que necesita de él es que asuma siempre su indiscutido lugar dentro de la selección.

Es curioso que los millones de dólares que Manu ya guarda no lo dejen ser libre. Se interesa por los rivales de Argentina en el mundial, sabe que jugadores de otros países van y quienes no, está en permanente contacto con el cuerpo técnico pero decide no ir.

Es imposible que no haga este apartado en la nota: El salario de los deportistas de elite del mundo, sean jugadores de fútbol, básquetbol, tenis, golf, son irreales para el 99% de la población humana. Incluso el 90% de los que habitan este mundo solo tienen acceso a la dinámica de trabajar para parar la olla y generar un mínimo estado de confort (un auto, una casa, 15 días de vacaciones)

En ese contexto el deporte profesional de elite sale de los cánones convencionales y pone a cierta parte de sus trabajadores (donde ingresa Ginóbili) con niveles salariales digno de reyes. Esto no es un juicio de valor sobre si está bien o mal, por el contrario es una aceptación de esta regla.

Ginóbili no puede ver la realidad desde donde la vemos nosotros, ni nosotros desde donde está él. Juzgar al ser humano desde nuestra posición es un error. Su vida no es común, no pertenece a los comunes y no puede juzgarse como un igual a mi y ud, que lee esta nota. Nosotros estamos en el llano, él en las alturas.

Si la DINAMICA DEL DEPORTE PROFESIONAL, logra que un jugador pueda ganar un millón de dólares por mes, es gracias a la importancia que tiene el deporte en la sociedad. Justamente el enorme interés colectivo, masivo, es el que termina generando su salario. Lionel Messi no cobra mucho ni poco, gana dinero de acuerdo a la proyección de su figura en la sociedad, lo mismo para Ginóbili. Esta sería la parte buena.

Inmediatamente se ata por consiguiente la parte mala. Jugar en la selección nacional argentina, además de ser un honor que Ginóbili ya vivió, es una de las pocas oportunidades que tienen estos mega-profesionales de acceder al juego lúdico, al querer ganar por la camiseta, sin que haya un deseo comercial y profesional de progreso.

Son 20 años de carrera profesional en el mejor de los casos y el cuidado de su cuerpo es parte elemental de su vida deportiva. Cuando un jugador se retira a los 36 o 38 años es viejo para el básquetbol pero joven para la vida. Verán entonces como las oportunidades de jugar mundiales de básquetbol quedan dentro del arcón de las oportunidades perdidas.

En plena conferencia de prensa el por entonces odiado Marcelo Bielsa (y hoy vitoreado por los mismos que los defenestraban) les dijo a los periodistas “La sociedad se divide en capas, yo estoy en una y uds están en otra”. Con esto Bielsa les decía que no esperaba un entendimiento de sus decisiones.

Entonces si es verdad que la sociedad se divide en capas, Ginóbili está en una y todos nosotros en otra. Es el propio sistema que lo pone ahí. No se lo puede juzgar como un igual, porque no lo es. De allí se desprende la incomprensión a su decisión de no ir al Mundial de Turquía. Si gana millones de dólares, si puede jugar por su país, si es una pieza vital de nuestras aspiraciones, si el contexto del resto de los equipos es positivo para la Argentina, entonces la alegoría se cierra.

Yo no lo quiero como héroe ni como imagen de vida. Lo quiero en la selección defendiendo la camiseta de su país. Porque esto haría mejor a las posibilidades de nuestra selección.

Un jugador de básquet que no se toma vacaciones en quince años por ir a la selección no es lo mismo que un asalariado que no se toma vacaciones en cinco. La situación del nacimiento de los hijos no debería ser un condicionante. Nacerán los primeros días de junio, cuando el mundial empieza el 28 de agosto. De acuerdo a su figura y su importancia, por lo expresado en todos los párrafos anteriores, ausentarse de su casa dos meses es lo que debería estar dispuesto a pagar.

Los reyes toman decisiones por todos, por el bien del reino, con sacrificios personales o colectivos. De acuerdo a su nivel e importancia, un sacrificio en aras del bien común era lo que yo esperaba.

Pablo Tosal
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