El valor de la experiencia

El clásico se resolvió muy rápido. La mayor virtud que tuvo Sergio Hernández fue convencer a sus jugadores que las ausencias y las emociones no eran un problema. “Salgan y hagan lo mismo que los últimos tres años” fue la arenga perfecta.

Tener una base de jugadores que trabajan juntos hace tiempo es una ventaja decisiva en nuestra liga, con el agregado que ese trabajo fue de un equipo que se consagró dos veces campeón y anteriormente llegó a la otra final. No hablamos de una base que hace tres años que no pasa del puesto 10mo. Es un trabajo óptimo que persiste en el tiempo.

Peñarol jugó los primeros 10 minutos como la continuidad del último partido con Atenas en la final pasada. Parecía que había dejado de jugar hacía tres días. Con la continuidad de Sergio Hernández Peñarol evitó el 50% de todos los posibles problemas que podía tener y esto se notó claramente en ese devastador primer cuarto. No fue un clásico, si por un instante se puede aislar la pasión de los colores lo que se vio fue el bicampeón jugando contra el recién ascendido. Y para colmo de males en Quilmes no es fácil armar un equipo cuando conviven cuatro extranjeros.

En el plano estratégico se impuso Peñarol con una variante sencilla. Al tener el rival doble base busco llevar al máximo de dificultad a los dos hacedores de juego (Ferreyra y Hopson) y dejó que la toma de decisiones estuvieran en manos de Newbold (que no mira el aro), Johnsen y González.

La defensa de Peñarol saltó hasta la mitad de la cancha buscando el “dos por uno” al hombre con balón. Entonces ni Ferreyra ni Hopson pudieron hacer correr la bola rápida. Quilmes tomó la mayoría de sus tiros ahorcados por el reloj de 24, incómodos, contestados por la defensa, por acciones individuales. Peñarol se divertía con su defensa.

Lamonte le robó la pelota de las manos a Hopson y puso en contraataque la primera bandeja y dos puntos del clásico. Así le dio la bienvenida a la “A y lo trajo de golpe a una dura realidad. Hopson empezó jugando en una velocidad de puro vértigo y sin muchas ideas. Ferreyra bajó a buscar el balón y se lo sacó de las manos para intentar dar orden, pero era tarde, Quilmes estaba partido justo en su lugar más sensible: la media cancha. Y cuando trató subsanar los errores con algún tiro de tres puntos encima no tuvo efectividad.

Por el contrario si algo se podía esperar de Quilmes era asfixiar al único base natural que presentaba el rival. No quiso o no supo o no se notó, lo cierto es que Campazzo se divirtió pasando la pelota en el primer cuarto (4 asistencias) sacó limpio de las cortinas a Lamonte y Leo Gutiérrez. Penetraba y asistía, cambiaba el paso y asistía. Hizo lo que quiso. Fueron 10 minutos cercanos al paraíso los primeros de Peñarol. Perfecto en defensa y en ataque.

Pero lo bueno tiende a no durar dice un viejo dicho. Peñarol desde el segundo cuarto en adelante (por el resto del partido) fue un equipo mucho más terrenal y más parecido a un conjunto que está jugando apenas la primera fecha del torneo! Se valió básicamente en los argumentos individuales, por dos circunstancias: La diferencia en el tablero le dio tranquilidad y la defensa de Quilmes mejoró el 100%.

Daniel Maffei encontró un argumento de ilusión en la marca de Newbold sobre Lamonte. El alero blanco dio muestras de unas piernas rapidísimas para contener los rompimientos de Kyle. Hizo una tarea perfecta evitando que el arma más peligrosa de Peñarol rompa el bloque defensivo. Con la salida por descanso de Campazzo, Peñarol cayó en un bache del que solo salió cuando el propio Campazzo volvió a la cancha. Quilmes había achicado peligrosamente a doce puntos la diferencia pero Facundo metió dos triples seguidos para llevar tranquilidad a su equipo. Jugar bien no alcanza: también hay que meterla.

Cuando la distancia se negoció en el orden de los 17 a 20 puntos al cierre del primer tiempo a Quilmes ya le quedaba un solo argumento: Alcanzarlos a los bombazos. Porque su defensa siguió muy bien en el complemento y salvo Campazzo que metió tres triples en el tercer segmento, el resto fue contenido.

Quilmes tuvo una noche pésima en el tiro de tres puntos (mi planilla dice 0/13 en triples, la AdC le da dos lanzamientos menos) De todos modos es lo mismo: es imposible siquiera pensar en ganar con esos guarismos.

Surge un hecho clave a la hora de hablar de porcentajes: ¿De qué manera tomó los tiros Quilmes y en manos de quién? Britton Johnsen es un buen jugador pero su largo profile dice que no es tirador de tres puntos. La defensa de Peñarol lo sabía. Los tiradores quilmeños muy pocas veces estuvieron libres y a medida que avanzaba el partido iban perdiendo cada vez más confianza. Por momentos la ofensiva del conjunto tricolor jugó a los autitos chocadores. Con lo que le costaba defender, cuando iba al costado ofensivo era pura anarquía. Todo esto fue mérito de Peñarol.

En líneas generales no fue un buen partido. Peñarol tuvo 10 minutos de cielo y 30 de tierra. Quilmes ni arrancó. Como se recordará el año pasado el conjunto de Maffei perdió por 20 puntos de local en Once Unidos contra Gimnasia de Villa del Parque que había ganado uno sobre doce encuentros. Luego mejoró y fue campeón. Ahora tendrá que trabajar a toda velocidad porque la liga no da respiro y sacar las mejores conclusiones del clásico perdido.

En Peñarol las aguas están más tranquilas porque Mata volverá en 15 días y no se apura por el base que debe suplantar a Tato Rodríguez. Al ser un equipo armado y entrenado navega plácidamente por el envión de las temporadas anteriores. Con eso, por ahora, alcanza.


Foto: Majo Gil (mjgil@pickandroll.net)

Pablo Tosal
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