Hopson debía seguir, pero no así

Construir es arduo y un soplo basta para destruir. A Luciano Martínez, el entrenador de Quilmes, le había costado más de dos meses, doce partidos y tres cambios de extranjeros encontrar un rumbo, un esbozo de equipo, un principio de identidad que debía acentuarse, profundizarse, para llegar en buena forma a los inevitables play-offs por el descenso.

Hacia el fin de semana en el que recibió a Estudiantes de Bahía Blanca y luego a Peñarol el equipo “tricolor” había levantado la guardia.

Pero el edificio en construcción se derrumbó tres días después. Seguramente sin pretenderlo, Phil Hopson, hace unos meses genio y figura del ascenso a la máxima categoría, lo hizo pedazos. Disgustado por una deuda y por su escasa participación en el nuevo esquema, su decisión de no jugar frente a 9 de Julio en Río Tercero y Obras le quitó al equipo el respaldo de lo que él puede dar dentro de una cancha (puntos) y tensó al máximo la convivencia interna. Al punto de casi poner a los dirigentes ante la disyuntiva de elegir entre él o el técnico.

La encrucijada fue más dramática todavía porque al haberse agotado los recambios de nacionales, no había reemplazo posible si se optaba por el camino de castigar su actitud egoísta.

Quilmes no estaba ni está para perder un jugador. Sin Hopson, anotó 60 puntos en Río Tercero y 66 frente a Obras. Estaba y está claro que lo necesita. Y los directivos trabajaron arduamente para retenerlo.

El partido del último jueves era el indicativo de cómo se había resuelto la crisis. Lamentablemente, por lo que se vio ante 9 de Julio, de la peor manera. Devolviéndole al “rebelde” un rol estelar que dentro de la cancha había perdido por su endeblez defensiva y por sus problemas de comprensión del juego.

Hopson, que había sido el décimo jugador de la rotación ante Peñarol en su último partido, integró el quinteto inicial y fue el jugador con más minutos de todo el cotejo. Pasó de jugar catorce minutos a treinta y siete y fracción. Sin otro mérito que el “berrinche” de Río Tercero. Y también favorecido por el problema físico que dejó afuera a Sciutto.

Quilmes pasó de ser el equipo lógico que fue ante Estudiantes y Peñarol, con los roles claros y bien compensados y con Clarence Matthews como principal opción de ataque, a una expresión titubeante, otra vez anárquica y confusa. Y Hopson tuvo mucho que ver porque acaparó insoportablemente la pelota sin aclarar el panorama.

Una de las mejores versiones suyas fue frente a Estudiantes de Bahía Blanca, la noche que metió el doble de la victoria. Aquel día jugó dieciocho minutos y participó como debe hacerlo. Sin monopolizar el balón, desentendido de una conducción para la que no está preparado, y tomando lanzamientos lógicos.

Quilmes lo necesita así, no como el jueves. La crisis se resolvió en desmedro del equipo, que ganó de casualidad y retrocedió varios casilleros. Y también en desmedro del entrenador, cuya credibilidad ante sus propios jugadores se erosionará si, por la razón que fuera, dice una cosa y hace otra.

Sebastián Arana - diario La Capital