En tierras del Comandante

El viaje lo vengo preparando mentalmente hace rato. Porque Venezuela representa para quien escribe la tierra que ejemplifica mucho de lo que el uruguayo Eduardo Galeano nos cuenta en “Las Venas Abiertas de América Latina” y el permanente saqueo de los recursos. Esa mirada tan real como inquisidora de Galeano cuando cuenta “La pobreza del hombre como resultado de la riqueza de la tierra” se refleja cuando bajas del avión y ves en el valle de Caracas la pobreza colgando de los cerros.

Estructuras que se repiten en varios lugares de América Latina, como Río de Janeiro, y que en épocas de lluvia con las caídas de terraplenes se vienen abajo también algunas casas que están haciendo equilibrio con el abismo.

Caracas representa en mi cabeza (y no sé bien por qué) una analogía de Macondo. Esa ciudad inventada por Gabriel García Márquez en su novela “Cien años de soledad” lectura de amor en mi adolescencia. Creo que en definitiva que yo quería encontrarme con Macondo. El escritor colombiano nos regala en su realismo mágico algo que buscaré torpemente encontrar en Caracas ya que no se trata de un pueblito a la vera del Caribe sino de una ciudad de más de 3 millones de habitantes.

Vamos a la actualidad: En el aeropuerto Simón Bolívar de Caracas no había ni un plotter ni una mención, ni nada, en referencia al Premundial que comenzará mañana. Venezuela puso 2 millones de dólares para quedarse con la sede de este evento y tuvo que gastar una suma importante para remodelar el Poliedro más los gastos operativos que demanda la organización del torneo. En las calles tampoco había nada del Premundial, nada. Y hasta después de varias horas de noticiero en la TV entre anoche y esta mañana nada de nada como anuncio deportivo. El eje es el beisbol, luego el fútbol.

Las riberas de las calles, los bajo puentes, los carteles están pintados con leyendas políticas de lucha, recuperación de la dignidad y la cara del actual presidente Nicolás Maduro. Los 25 km que separan al aeropuerto del centro de la ciudad de Caracas es una larga autopista de una belleza natural difícil de igualar y con casas muy humildes haciendo equilibro en sus cerros. Por su puesto que la cara del Comandante Supremo de la Revolución Bolivariana todavía figura en las calles. Es como tenerlo en la Argentina a Juan Domingo Perón recién muerto. Todo gira en torno a su ausencia.

El caos vehicular es importante. Quizás Caracas debe estar entre las 10 ciudades con mayor problema de tráfico del planeta. Mi compañero de viaje y amigo Fabio Aleixo, periodista del Diario Lance de Brasil, es un viajero consuetudinario (lleva 40 países recorridos) y me dijo que solo El Cairo tiene peor tráfico que Caracas, pero doy fe que Beijing también es un quilombo. Parte del problema puede ser el siguiente dato que voy a escribir y que hará que a más de uno se la caiga la pera: en Venezuela el tanque de un vehículo grande se llena con 6 bolívares, que en el cambio oficial es un dólar, aunque en el paralelo son 2 pesos argentinos o 17 centavos de dólar. Hasta los que no quieren manejar sacan el auto, Venezuela te regala el traslado.

Será por este valor ridículo de la gasolina que se dice: “el agua es más cara que la nafta”. Es cierto, pero el agua no es más cara, el precio es el mismo que en todo el mundo, es que la gasolina es muy barata. Lo concreto es que tardamos una hora y media del aeropuerto al hotel y lo hicimos en tiempo récord. Podríamos haber tardado más.

Topográficamente Caracas debe ser una de las ciudades más lindas del mundo. Rodeada de cerros verdes, al oeste del amazonas, con el frente de la ciudad mirando al Caribe. Y aquí nace una de las reflexiones más importantes que me llevo de mi primer día: la amiga Lili, una veterinaria de 60 años, que sufrió mis primeras baterías de preguntas me dijo: “Aquí por el clima los frutos florecen 4 veces por año. No tenemos largos y crudos inviernos como ustedes. Somos hijos de una riqueza natural que nos ha vuelto vagos. En estas tierras todos se da naturalmente”. La reflexión es importante, porque cuando la tierra brinda sus regalos, los hombres se acostumbran a ello. Y es irremediablemente así: las culturas se atan a la geografía en todo el mundo.

La lluvia que nos brindó la bienvenida levantó el calor pegado al pavimento a las 3 de la tarde que era de 34 grados. Al rato, por suerte, bajó a 30 para instalarse en una agradable temperatura que permite vivir en remera pero no acalorado. En ese calor se trasladarán y vivirán las selecciones que disputen este Premundial, aunque todo lugar tiene aire acondicionado, incluso el magnífico Poliedro.

Pusimos la televisión (en Argentina no miro casi nada) para conocer el relato local. Por lo general se hace mucha referencia a lo que dice Maduro, o el presidente de Ecuador, Rafael Correa, o Evo Morales de Bolivia no obstante en el medio de la crisis desatada por el tema del supuesto magnicidio desbaratado por las fuerzas armadas venezolanas en los noticieros de GloboVisión pasaron varias voces opositores de la derecha venezolana, desde Capriles al opositor Julio Borges, diputado de Primero Justicia. También pasaron el discurso del presidente colombiano Juan Manuel Santos, tristemente célebre para los argentinos cuando puso en su cuenta de Twitter sobre la muerte de Margaret Tatcher “Lamentamos la muerte de la Dama de Hierro, Margaret Thatcher. Controvertida, valiente, con carácter y amiga de Colombia”.

Vale decir, es cierto lo que se dice de los medios oficiales y casi oficiales que se manejan en Venezuela, pero la voz de los líderes opositores suenan en todos los medios, y desde allí denuncian de la misma manera que lo hacen en la argentina. Con el correr de los días les contaré como sigue la novela.

Última de la media mañana y me voy para no molestar más. Bajo a desayunar y en la puerta del restaurant del hotel figura un hermoso cartel que dice “lugar libre de armas”. Dormido, lo leo y sigo. Regreso sobre mis pasos y lo vuelvo a leer. Decía lo mismo. “No puede ser”, pensé. Al ingresar al lugar había un enorme detector de metal (como de los aeropuertos) justamente para detectar el ingreso de armas.

Le pregunté entonces a una de las personas que trabajan aquí si era común que la gente portara armas por la calle. La respuesta fue positiva. “Por inseguridad la llevan, y de los otros también” me dijo. Es decir los buenos y los malos, los que roban y los que se defienden portan armas en las calles.

Mi amiga Lili me aconsejó que no tome el metro para ir al Poliedro, que vaya en Taxi ya que me pueden robar. Cuando le dije que nunca descuido mis cosas, me dice no, “no te hurtan, te roban a punta de pistola”, pensé que estaba exagerando. Ahora empiezo a creerle.

Pablo Tosal
@pablotosal
www.pickandroll.com.ar