Los sin nombre

“Basta de hablar de la Generación Dorada. Estos chicos tienen que hacerse su lugar y ganarse un nombre”. La palabra de Andrés Nocioni sonaron firme por la tv, como líder y jugador experimentado que es. Bien acomodado en un sillón del loby, dentro del hotel que albergó a la selección durante la suspendida Tuto Marchand, el alero de Real Madrid le puso punto final – si es que todavía le faltaba – al proceso más glorioso del básquetbol argentino y avisó que lo que viene nada tiene que ver.

“Los chicos nuevos no vienen a hacer experiencia y ganar minutos; ellos vienen a sumar y aportar a un equipo”, avisaba nada menos que Luis Scola, también desde Puerto Rico. El gran capitán, hoy símbolo histórico de aquella camada gloriosa, saba de lo que habla, y cuando lo hace nunca es en vano.

Esta conjunción de (poca) experiencia con juventud es el equipo que Sergio Hernández intentará conducir hacia los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro, la tierra prometida a la que apunta el grupo. El proceso comenzó con jugadores que no solo nunca habían jugado juntos, sino que ni siquiera se conocían entre sí; de allí que el primer objetivo de Oveja fue en emsamble humano, para luego pasar al basquetbolístico.

Las condiciones son de transición, no hay duda, pero esa palabra no significa que se un equipo que vaya a México “a ver qué pasa”; por el contrario, Argentina buscará una de los dos plazas que el preolímpico otorga para estar clasificado directamente, sin necesidad de pasar por el aún más duro repechaje internacional.

Si este nuevo ciclo había comenzado con caras desconocidas entre sí, el segundo paso sucedió en Toronto. Hernández terminó satisfecho porque “los objetivos que vinimos a buscar se cumplieron”. La búsqueda de una identidad sonaba prematuro con tantos jugadores nuevos y sin experiencia, por eso el cuerpo técnico trazó distintos caminos para empezar a moldear al grupo, dentro y fuera de la cancha también.

Como se esperaba, en el rectángulo el rendimiento fue desparejo, con matices que encontraron sus puntos más altos desde la defensa, seguramente una aspecto fundamental para que Argentina llegue a buen puerto en el DF.

Al margen del protagonismo que cobra la nueva camada, dentro de la cancha – principalmente el ofensiva – se pudo ver lo que puede llegar a ser una nueva era, no solo para el grupo, sino para la forma de entender el juego. Por una cuestión de necesitad, Facundo Campazzo y Nicolás Laprovíttola se adueñaron de las ofensivas; Argentina – sin jucho caudal anotador, es verdad – parte desde sus armadores-goledaores para hacer daño, algo de lo que Hernández habló durante los primeros encuentros con la prensa, en el Once Unidos de Mar del Plata.

“Acá creemos que si un jugador toma dos o tres lanzamientos seguidos ya no puede jugar de base. Y no es así” ¿Premonición? ¿Aviso? Los cierto es que es posible que haya que acostumbrarse a otras formas si es que Argentina no encentra gol en diferentes manos en los próximos años.

Quizás esta manera no se profundice en México. Si bien Campazzo y Laprovíttola seguramente compartan minutos en cancha, la presencia del Chapu y Scola hace de la selección un equipo muchísimo más peligroso en ataque, al margen de los desajustes que puede llegar a evidenciar como equipo.

Llegó el momento más importante del año para la Argentina. En pocas horas, la selección saltará al imponente Palacio de los Deportes para darle inicio a un viaje que la deposite en Brasil y, al mismo tiempo, que comience a forjar su propio nombre.

Sebastián Ciano

Twitter: @Seba_Ciano