El retiro del básquet profesional de Kobe Bryant ha desatado muchas historias en las últimas horas. En esta ocasión saltamos la barrera emocional con una carta de Ignacio Mirando lector de la página web que se animó a dedicarle unas lineas a la mamba negra. Seguramente esto traerá recuerdos a tu mente y esperamos poder leerlas como se animó el joven correntino aficionado del jugador de los Lakers.
Autor:Flavio Ibarra (Fibarra@pickandroll.net)
Quedan 40 segundos de juego y el Staples Center está que arde, con todas las miradas viendo al protagonista de la noche: Kobe Bryant. La pelota va a manos del número 24 que driblando con su mano izquierda intenta llegar a la zona de ataque. El reloj de posesión comienza a bajar, pero el tiempo no parece pasar, está detenido. Con una cortina Kobe se desmarca, pasa la marca y con un tiro sublime delante de la línea de tres consigue anotar el doble para poner al frente a los Lakers. El estadio explota, el público encabezado por Jack Nicholson enloquece, se abrazan y están eufóricos mientras que Bryant mantiene su mirada asesina que lo caracterizó siempre.
Su último partido fue una muestra más que perfecta de lo que Kobe demostró y nos regaló durante toda su carrera. Un jugador que siente la camiseta como nadie, que disfruta de la presión, del entrenamiento exhaustivo y de dar todo para ganar. Desde jugar lesionado muchas veces a entrenar después de los partidos lo que hacía este señor para ganar era algo imposible para el resto de los mortales.
Con una ética obsesiva y enfermiza en el buen sentido la Mamba Negra lideraba a los suyos siempre. El jugador perfecto que a base de repeticiones logró ser la copia más perfecta de Michael Jordan. Un Peter Pan. Un adulto que se siente niño, que no siente molestias y que para poder entrar a la cancha lo único que pregunta es si la lesión le permitirá jugar. Los médicos le dicen que no, pero es inútil porque saben que él jugará igual.
Un jugador que con 37 años estuvo en la duela 24 minutos seguidos. Que no iba a darse el lujo de retirarse con una derrota porque él iba a ganarlo a como dé lugar. Tomando cartas en el asunto Kobe anotó nueve puntos seguidos para darle esa tan soñada última victoria. En un final de película, que ni el propio Nicholson hubiera soñado, Bryant fue el guionista, el protagonista principal y el director de su propio film de suspenso.
Lamentablemente todo llega a su fin y lo que nadie creía que iba a suceder ocurrió y la leyenda colgó las botas. Quizás Kobe nunca sea capaz de ver la dimensión de lo que logró. Quizás él nunca sepa que muchos jugadores de los que están hoy en la máxima liga del mundo crecieron viendo su magia y que gracias a eso llegaron allí.
Hoy por hoy no quedan nada más que palabras de agradecimiento. Va a ser un jugador al que a nuestros nietos les contaremos que vimos jugar. Nuestro Michael Jordan. Nuestro Maradona. A nuestra generación no les va a alcanzar la vida para agradecerte por tantas risas, alegrías, llantos y suspiros que nos diste.
Porque gracias a vos empecé a jugar a este deporte tan hermoso. Porque gracias a vos me enamoré del básquet. Quizás, también, porque gracias a vos soy lo que soy como persona. Las palabras quedan cortas y el agradecimiento va a ser eterno. El fin de una era, de la mejor de todas, la que vi crecer y con la que nací. Fuiste, sos y vas a ser el mejor de todos. Muchas gracias Kobe Bean Bryant por haber cambiado mi vida y la de muchos.