Ramos Mejía se consagró campeón del PreFederal ganándole con claridad a Racing en el tercer punto de la final. Pero antes de que Fabián Borro le entregue la copa a los campeones, hubo un enorme marco en una cancha de Vélez que fue desbordada por tanta pasión.
Autor:Leonardo Chianese (@leodeflores)
La mesa estaba servida y solamente hacía falta sentarse a comer. No había excusa alguna para no ir. Dos equipazos que llegaron a paso firme a la final, una serie definitoria que estaba 1-1 luego de que Ramos muestre su calidad y de que Racing empate a puro coraje. Había mucho en juego ya que valía un pasaje al Torneo Federal. Era viernes, EL día del básquet por excelencia (y las mayúsculas no están por error de tipeo). Tampoco había demasiada competencia deportiva, más allá de la simbólica inauguración de Río 2016.
Y allá estaban las almas académicas. Buscando quizás (con algunas diferencias notorias pero con una esencia parecida) repetir el boom San Lorenzo, con la aparición en el básquet nacional de uno de los cinco grandes del fútbol argentino. Le dieron al sector local un gran marco, con banderas futboleras, mucho público, trapos mencionando a diferentes localidades de Capital y GBA, y una con la leyenda clara y contundente: "Milito hay uno solo". Todo fue pasión hasta que empezó el partido, a partir de allí hubo una caída lógica.
Ramos también llevó su gente a Liniers. Mucho más cercanos ya que apenas un puñado de cuadras (y Ciudadela) separan a la sede del Rancho de la de Vélez, pero su público también estuvo allí. Quizás más basquetbolero que el Académico, pero con las mismas ganas de festejar el título. Obviamente sin tantas banderas, pero sí con camisetas que recuerdan los pasos del Lawn Tennis por la vieja Liga B y también por el Torneo Federal. Volver era la obsesión y por eso cada punto se festejó como si valiera oro desde el comienzo.
Ya con la pelota en marcha, la diferencia en el marcador fue tanta que la gente de Ramos se hizo notar mucho más que la de Racing en los cánticos. La banda de la Acadé se la agarró con Fernando Sampietro (confeso hincha de Independiente) quizás sin razón, pero más que nada para descargar tensiones y para recordarle el reciente paso del Rojo por el ascenso al grito de "vos sos de la B". Faltando menos de tres minutos, ante la enorme diferencia en el resultado, se empezó a escuchar el "dale campeón" que acompañó las acciones finales del partido.
Con el último bocinazo llegó la euforia, los saludos de rigor entre ambos planteles, la enorme despedida de la gente de Racing a sus jugadores pese a la derrota, y la algarabía del Rancho, redes y copa en mano. La gente ya se iba, unos pensando en el Federal y en el festejo, y otros en que van por el camino correcto pese a la derrota. Y, más allá del 85-64 final, en la noche de Liniers ganamos todos. Con los dos públicos, papelitos, cánticos, banderas y sin incidentes. Como debe ser. Y que se repita en otros estadios. Felicitaciones a los dos.