La era de los Warriors

“Esto es historia. Estamos siendo uno de los mejores equipos de todos los tiempos, y eso es algo especial que no nos pueden quitar”. Las palabras surgen de Andre Iguodala, MVP de las finales de 2015 cuando los Golden State Warriors volvieron a lo más alto de la NBA luego de cuarenta años de sequía. Precisamente, sus rivales aquella vez también habían sido los Cleveland Cavaliers.

El año pasado, nuevamente con LeBron James y compañía disputándoles el trono, las cosas no salieron a su antojo, y el trofeo Larry O’Brien viajaría hasta Ohio por primera vez, tras otra definición que quedará en el recuerdo por aquel disparo de Kyrie Irving y la tapa de LeBron en el séptimo partido.

Pero el destino quiso que haya un nuevo capítulo en la saga, o mejor dicho el básquetbol, porque el hecho que los dos mejores de la temporada hayan vuelto a verse las caras en la final es obra del deporte mismo.

En esta oportunidad las cosas fueron diferentes. No hubo sorpresa tras el 3-0 inicial, y pese a la enorme actuación de Irving y James en el partido cuatro, los Warriors volvieron a coronarse campeones de la NBA tras llevarse la serie 4-1.

Los Golden State Warriors fueron creando una obra de arte alrededor de su juego. A la hora de observarlos dentro de la cancha, y luego desde el análisis de las estadísticas, se desprende que el equipo de Steve Kerr - vaya entrenador que ha encontrado la dirigencia, que jugó tres finales en sus tres años como entrenador - puede considerarse uno de los mejores de la historia, por la combinación de espectacularidad y contundencia.

Son extremadamente vistosos. Llevaron el básquetbol a un nivel superior - también lo hizo Cleveland - acompañados por los números, que no hacen otra cosa más que reflejar el dominio avasallante que sostuvieron durante todo el año, sobre todo en los playoff, donde alcanzaron marcas sin precedentes.

Son el equipo con mayor porcentaje de victorias de la historia de la postemporada de la NBA gracias a un récord de 16-1 conseguido mediante una racha de 15-0, algo nunca visto en el deporte profesional de los Estados Unidos. Durante la fase regular consiguieron un registro de 65-17, y desde la llegada de Kevin Durant ganaron 81 partidos y perdieron solo 18. Increible.

Además de atléticos, impredecibles y explosivos, los Warriors son eficaces. Su predominio en el terreno estadístico es también abrumador.

Son el mejor o el segundo mejor equipo en casi todos los rubros por equipos; a saber: en estos playoffs fueron los máximos anotadores con un promedio de 119.3 puntos por juego. Asimismo encabezaron la lista de asistencias (28.2), recuperos (8.7) y porcentajes de cancha (49.4%), mientras que terminaron segundos en rebotes (45.8) y terceros en tapas (6.1).

Sin embargo, desde los estrictamente estadístico, no son éstas las mediciones que caracterizan a los Golden State Warriors. Si alguien busca números con el fin de analizar al equipo de Kerr tiene que comenzar a tomar otros caminos, que no se transitan a través de las estadísticas más “tradicionales”.

Los Warriors son dueño de un estilo cuya ejecución es única. El resultado de la mezcla de su velocidad y ejecución es casi perfecta. Las características de sus jugadores lo permite, pero también su condición atlética y, por supuesto, su capacidad intelectual para comprender el juego de esa manera y poder desarrollarlo a semejante nivel.

El equipo de San Francisco es altamente veloz y atlético por naturaleza, y por consiguiente es el segundo que más posesiones por partido ejecuta, con una media de 102.7; durante la postemporada quedaron solo por detrás de los Portland Trail Blazers, a quienes barrieron en primera ronda. Por su parte, tuvieron un promedio de 116.3 puntos cada 100 posesiones (2°), con un promedio de asistencias de 65.8% de esos tiros convertidos.

Golden State no solo posee un estilo, sino que también domina el juego a través del mismo. Logra que siempre se juegue a lo que ellos proponen. De hecho, las finales de este año fueron las que mayor promedio de puntos en contraataque tuvieron en la historia (48.5), lo que se traduce en que no solo lo aplican, sino que también terminan “envolviendo” a su rival y lo obliga a jugar a la misma velocidad.

Si bien es en el costado ofensivo donde más se presta atención, no hay que olvidarse de la buena defensa de los Warriors. La conformación de su plantel, dada la calidad y modelo de sus jugadores, les permite tener distintas opciones en la marca en las diferentes posiciones, así las posibilidades de rotar, cambiar y descansar aumentan, y con ello la calidad de ejecución. Ésto, en los cruces “mano a mano” de postemporada, es un elemento crucial.

Se terminó la 2016/2017 con la final deseada y un campeón que se postuló como el máximo favorito desde el primer día. Sin embargo, a pesar de su paso demoledor durante toda la temporada, nunca se hizo aburrida por lo predecible. El contrario, estos Warriors siempre brindaron elementos para tener ganas de verlos. Su estilo marca esta era, y los convirtió en uno de los mejores de la historia.

Sebastián Ciano
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