El campeón olímpico, fana de los desafíos y la adrenalina, aceptó subir los 6961 metros junto a deportistas que superaron temas de salud y le da duro a la preparación para estar listo el 2 de febrero. Conocé la historia de sus “reseteos” de corazón y miralo con sus 2m08 en un exigente circuito de mountain bike.
“Estoy más nervioso que cuando me tocó tirar libres en la final del Mundial”. Fabricio Oberto llega hasta la cima de una bajada de 5 metros y se detiene. Al cordobés le encantan las nuevas experiencias y está disfrutando del entrenamiento en bicicleta, pero sabe que no está en su ámbito. Tiene claro que trepar, bajar, doblar y acelerar en un circuito exigente de mountain bike no son tareas sencillas cuando uno mide 2m08 y pesa 112 kilos. Por eso primero analiza el descenso y recién luego, después de recibir consejos, analizar peligros y respirar profundo, se anima a bajarla mientras lanza un “wow” como grito de éxito y felicidad. Así vivió el campeón olímpico una hora a pura adrenalina como parte del entrenamiento que realizar para cumplir la misión de subir al Aconcagua (2 de febrero) con un grupo de deportistas que han superados complejos problemas de salud.
El ex pivote ama los desafíos, el esforzarse, el jugar con los límites y hasta el sufrimiento, admite. Por eso aceptó la invitación y se toma muy en serio la preparación. Tanto que parte del trabajo aeróbico la hace en bici, siguiendo consejos de Shimano, la empresa N° 1 en esta industria que lo asiste en esta aventura. Arriba de “una nave”, como él describió, y vestido como un ciclista de elite, con calzas, tricota (con el nombre de la expedición en el pecho), casco y gafas, Fabri encaró un circuito exigente porque animarse a más es parte de su esencia. Hablamos de un deportista de elite que no sólo ha enfrentado a los mejores basquetbolista del mundo. En el 2007, cuando pasaba su mejor época en la NBA, a Oberto le diagnosticaron una arritmia cardíaca. Hoy es parte del pasado, pero el cordobés impacta cuando recuerda el diálogo con el médico que le informó la cruda solución.
-Tenemos que hacerte un reseteo del corazón. -¿Y qué pasa si no arranca de nuevo?
-Te abrimos y te resucitamos. Eran las 13.30 y apenas tres horas después Fabri entraba a la sala de operaciones rodeado de 20 especialistas, “por si algo salía mal y había que volverme a la vida”. La pesadilla había comenzado días antes, cuando “en un entrenamiento sentí literalmente el corazón en la boca”, tras alcanzar los 214 latinos por minuto. Los estudios confirmaron el despertar de una enfermedad congénita y la solución recomendada fue realizar una cardioversión. Se trata de un shock eléctrico que restablece el ritmo cardíaco normal. “Me apagaron y me volvieron a encender, como a una compu”, compara el pivote, quien a los días estaba volviendo a jugar y a las pocas semanas, nada menos, era ¡campeón NBA con los Spurs!
No fue la única vez. “El reseteo tuvieron que repetirlo dos veces más (2008 y 2009) y en la última estuve técnicamente muerto durante cuatro segundos y medio. Pero nunca tuve miedo, la verdad”, admite. Fabri lo dice con naturalidad, aunque el dato impacta. “Sí, lo sé. Pero hay dos formas de enfrentarlo y yo elegí relajarme y hasta tomarlo con humor. Recuerdo que camino al quirófano iba cantando canciones de Jim Morrison y una de las veces le pedí a Manu (Ginóbili) que entrara y grabara todo. No se pudo, los médicos lo echaron…”, cuenta, sonriente. En 2009, para darle una solución definitiva, la operación consistió en una ablación, “cauterizar la zona para evitar esa electricidad extra que tenía mi corazón”. Desde ese momento no tuvo más dramas aunque en el 2010 decidió su retiro del básquet para “privilegiar mi familia”. Lo controles, año a año, han dado muy bien y sólo admite que “a veces tengo latidos rápidos pero sobre todo cuando no hago actividad física”. La excusa ideal para anotarse en cuanta aventura haya...
Fabricio Oberto y su entrenamiento en bici para subir al Aconcagua
Lo que más ha hecho desde su retiro es perfeccionar sus dotes musicales. Es el líder y frontman de New Indians, una banda de rock que surge fuerte con el padrinazgo del famoso Raly Barrionuevo. Pero, inquieto y ecléctico, Fabri se prende en todas: hace jujistu, running, tenis, TV (comenta la NBA) y hasta recorrió en moto el Sur argentino y parte de Chile nada menos que con Tim Duncan, la ex estrella (y compañero) de los Spurs. “Cuando te retirás y se te va la adrenalina de la competencia quedás con la cabeza chocada. Por eso busco otros desafíos para mantenerme en movimiento, física y mentalmente”, explica. Fabri completa cuando habla de “regenerarme, reinventarme” para vivir con motivación.
Por eso no dudó cuando lo contactaron para ser uno de los 12 deportistas que intentarán escalar los 6962 metros del Aconcagua. Fabri lo hará, por caso, junto a Santiago Lange (superó un cáncer de pulmón), Silvio Vello (no vidente, capitán de los Murciélagos) y Elisa Forti, una mujer de 82 años que ya cruzó cuatro veces la Cordillera (104 km), dentro de un grupo de 30 personas. “Me encantó cuando me dijeron. Es como agarrar la hoja de mi vida y tachar ‘montañismo’. Es superar algo más, mis propios límites. Yo subí al Cerro Champaquí en Córdoba (2800m), pero esto será otro nivel, para la cual me estoy preparando a conciencia”, asegura Oberto, quien jugó seis temporadas NBA (3 equipos, 1 anillo) y seis en España (3 títulos).
Chequeos con la médica de la expedición (Alejandra Hintze) y planes de alimentación con la nutricionista (Pinky Suberbuhler) y de entrenamiento con la PF (Gaby Castillo) ya son parte de su rutina mensual. “Hago todo al pie de la letra para eliminar chances de no llegar a la cima y más en mi caso, que tengo una altura que no es ideal para una escalada tan exigente”, explica. Parte del entrenamiento en estos 7 meses es aeróbico, exigente, con pendientes. Por eso va al gimnasio, entrena en casa, sale a trotar y se animó a la bici en la montaña y en circuitos. Algo que le trajo buenos recuerdos. “Con la bici logré las primeras medallas de mi vida. Fue en mi pueblo, Las Varillas: gané dos carreras cuando tenía 7/8 años. Y siempre seguí andando”, aclara con emoción.
En Córdoba, cerca de su casa, despunta el vicio en el Cerro Las Ochoas. “Es un camino de ripio con pendientes. Podés subir en dos horas y bajar en 5 minutos... Y si te caés, vas hasta el hueso… Es preferible apuntarles a los espinillos que están al costado del camino”, relata, a pura carcajada. El entrenamiento con Shimano lo encaró con todo, pero el circuito visitado lo puso en su lugar. “La bici es una nave, pero no es fácil llevarla por estos senderos. Y más con mi altura y sin tener una técnica depurada. Pero yo me animo y disfruto mucho, como cada cosa que hago”, explica. Oberto lo hizo sin temores. Como cuando le dijeron de subir al Aconcagua. O como cuando le tocó enfrentar a los mejores pivotes del mundo o realizar jugadas determinantes para ser campeón olímpico o de la NBA.