Esto también pasa en el femenino

Sobre comienzos de mayo se hizo público un caso en Olavarría, donde el entrenador Néstor Pola drogó y violó a una chica de 17 años. Si bien la noticia trascendió, el eco obtenido no fue de la magnitud esperada ante tamaño hecho.

Hoy todo parece haber cambiado. El colectivo de actrices argentinas, encolumnado detrás de la denuncia de Thelma Fardin pateó el tablero, e indefectiblemente nos obliga como sociedad a dejar de ver para otro lado. Esto pasó antes, pero también sucede acá y ahora.

Tomándolo como disparador, Pick and Roll consultó a más de 100 chicas, entre jugadoras, ex jugadoras y entrenadoras, para saber si alguna vez, dentro del ambiente del básquet, habían sufrido acoso o abuso, y los resultados duelen.

Dos se animaron a dar el paso al frente, levantar la mano, y decir: “a mí me pasó”. No tienen relación entre sí, y los casos tampoco se conectan, más allá de que ambas tuvieron la desgracia de cruzarse en el camino de sendas calañas. Incluso una lo vivió siendo menor de edad.

Tuvieron el coraje de recordar eso que día a día tratan de borrar, de dejar atrás, y devolverlo a la luz para alertar a las demás. Esa valentía que ni por asomo tendrán los cobardes que las acosaron.

Si bien ambas contaron lo vivido, una de las dos accedió a que sea publicado, pidiendo la reserva de nombres. Los hechos, por su gravedad, lo eclipsan todo:

“Era mi entrenador. Salí a un boliche con un par de chicas, y en un momento me dejaron sola. Les avisé que me iba a dormir, y en eso me lo cruzo. Se ofreció a llevarme, porque según me comentó también tenía que ir para ese lado de la ciudad. No tenía por qué sospechar. Nunca había pasado nada raro”.

“En el camino me comentó que al mediodía iba a hacer un asado en su casa para parte del plantel, y que estaba invitada. Me pareció buena idea, aunque de ahí en más todo se volvió una pesadilla”.

“Me dijo que me quedara a dormir en su casa, así al otro día no me tenía que mover. Le dije que no y se volvió loco. Llegamos a donde paraba yo, y no me dejó bajar. Trabó las puertas. Comenzó a dar vueltas a la manzana, siendo cada vez más agresivo al momento de pedirme que me fuera con él. Debemos haber pasado por el frente unas 15 veces, y cada vez iba más rápido”.

“Empecé a gritar y a llorar. Frenó de golpe, se sacó el cinturón de seguridad, me agarró del cuello y me besó a la fuerza. Me bajé corriendo. Hacía años que no tenía ataques de pánico, y ahí volvieron”.

“Intenté llamar a mi mamá para contarle. No sé cómo hizo pero también entró al edificio. Me vio con el celular en la mano, me lo sacó gritándome y lo tiró contra una pared. En ese momento me desmayé. Un par de compañeras al sentir los gritos bajaron a ver qué pasaba. Dicen que reaccioné y me volví a desmayar varias veces”.

La cosa no termina ahí. Hay más. Son más.

Varias otras admitieron que, siendo menores, sufrieron en carne propia o contemplaron abuso de poder por parte de un entrenador, debido a que escuchaban estoicas las barbaridades que les decía o se revelaban y no jugaban. Los insultos y las denigraciones eran tales, que luego de las prácticas terminaban llorando y pensando en abandonar sus sueños con el básquet.

También hicieron foco en algunos árbitros, que no se cansan de decirles cosas en pleno partido, e incluso siguen después el hostigamiento por mensajes o redes sociales.

Estas que brindaron testimonio comentaron que conocen otros casos, pero que evidentemente, esas chicas por el momento prefieren callar. Ya podrán alzar su voz. Tal vez esta nota les dé el envión necesario.

Está en todos nosotros hacer algo por este tema. No hay aporte pequeño. Con dejar la pasividad del silencio cómplice ya estás ayudando.

Si una conclusión positiva tuvo este trabajo, es que sin posibilidad de error, estando todas juntas se convierten en una fuerza imparable. Ya se están dando cuenta de eso.

Basta de acosos. Basta de abusos. Basta de callar.

No están solas.

Emanuel Niel
@ManuNiel

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