(Opinión) Después de ser bastardeado por años, el femenino recibió un puñado de mejorías por parte de Federico Susbielles, las cuales no son ni más ni menos que una pequeña parte de todo lo que le corresponde. Un repaso por lo vivido en la última gestión, y los desafíos que deberá afrontar Fabián Borro.
Autor:Emanuel Niel (eniel@pickandroll.net)
Afirmar que Federico Susbielles no ayudó al básquet femenino sería faltar a la verdad; aunque para ser equilibrado hay que mencionar que la vara a su arribo estaba en el subsuelo, y que él le dio a esta rama una parte de lo que debe tener.
Insisto en este punto. Agradecer lo aportado no está mal, pero en un país que vive de los extremos, llevarlo a una posición mesiánica es igual de nocivo.
En su gestión, la CABB tomó la posta y le dio continuidad al Federal Femenino, aunque reformulándolo y entregándole la mayor carga de organización y logística a las federaciones; solo interviniendo en las instancias cúlmines; a diferencia de las primeras ediciones, donde desde el primer encuentro hasta el último todo era bajo la tutela del ente madre.
A su vez, la creación de la SuperLiga le dio un salto de calidad a los clubes, sobre todo debido a que las extranjeras, por draft, eran pagadas por la Confederación. A fines del 2016, se optó por darle este torneo a la Asociación de Clubes, la cual pasó a reactivar la Liga Nacional femenina.
De esta manera, después de un arranque a todo motor, la CABB solo se quedó con las últimas etapas del Federal Femenino.
En la faz organizativa, quizás su eslabón más fuerte fue la vigencia que le dieron a los campeonatos argentinos de clubes y selecciones; los cuales, lamentablemente fueron mal utilizados por el cuerpo técnico de los seleccionados menores.
Justamente la que pudo haber sido su mayor fortaleza en el femenino, desnudo su más grande debilidad. Con el paso de los años Susbielles fue delegando más y más el área en manos de Hernán Amaya.
No hubo control, y tampoco un camino serio, escrito y coordinado al cual seguir, al punto tal que una de las plataformas de campaña que entregaba Federales Unidos por el Basquet para esta elección que finalmente no ocurrirá, sentenciaba “Un plan de desarrollo para el básquet femenino”.
No se trataba de profundizarlo ni de redirigirlo, se buscaba crearlo, lo que evidenciaba que hasta acá, en cinco años, no existió uno.
Como resumen de ese texto, desde mal trato físico y verbal hacia las jugadoras, pasando por el llenado de planillas que le correspondían al cuerpo médico y por ese motivo una jugadora debió estar fuera de la Villa Sudamericana de los ODESUR sin jugar; hasta una gira por Francia y España para 13 jugadoras, de las cuales, tan solo dos volvieron a ser llamadas a entrenar. Al resto ni siquiera las convocaron para hacer un chequeo médico posterior.
Todo eso (hay muchos casos más que pueden verse en ese texto), sin contar el bochorno mundial que significó olvidarse las camisetas en los Juegos Panamericanos de Lima, y que privó a Las Gigantes de pelear por una medalla.
Con todos esos antecedentes, la dirigencia de la CABB nunca tomó cartas en el asunto. Al contrario, siguió delegando aún más poder en la figura de Amaya, al punto tal de vérselo entrenando con el plantel mayor femenino en Bahía Blanca durante la disputa del Preolímpico.
No se lo castigó, se lo premió, en un claro gesto que hacía ver que su ductilidad era muy provechosa en un tema donde la dirigencia no tenía intenciones de meterse.
Tristemente la historia no termina ahí. Muchas de las conquistas señaladas en el último tiempo dentro del femenino, no fueron más que luchas ganadas por parte de las jugadoras. Y volviendo al comienzo: no fueron plus, ni lujos… tan solo una mínima parte de todo lo que les corresponde.
Mientras que el masculino podía entrenar dónde y cuándo quería, con bandejas de frutas y cereales al costado del parquet para que se sirvieran cuando gusten, Las Gigantes pasaron varios días previos a la AmeriCup del 2017 sin cancha. El segundo puesto obtenido en Obras tapó ese tipo de falencias.
El tema de las concentraciones también fue una conquista de las chicas, ya que más de una vez el CeNARD no tenía disponibilidad, mientras el masculino paraba en hoteles sumamente confortables. Luego de pelearla, lograron que haya hotel también para ellas.
Las diferencias en lo esencial siguen siendo marcadas, pese al discurso de igualdad. A las chicas, sin contar los vuelos con varias escalas para abaratar costos (algo que no le pasa al masculino), no se les asignó dinero para meriendas.
En ese recordado torneo en Obras el jefe de equipo pagó de su bolsillo las colaciones.
Son cuestiones que se suman y van dejando al descubierto una situación que lejos estuvo de ser equitativa en ambas ramas, evidenciando la precariedad que existía previo a la llegada de Susbielles, y todo lo que falta por avanzar para poder hablar en serio de igualdad.
Tal vez la mayor cuota pendiente sea el pago en tiempo y forma de los seguros médicos; los cuales en el caso del femenino son una constante de atraso histórica, y en esta última gestión no fueron la excepción, con deudas mayores al año hasta su cancelación.
Dentro de una semana, cuando Fabián Borro asuma la conducción de la Confederación Argentina de Básquetbol, tendrá un camino en blanco por transitar en el femenino. Deberá arrancar de cero, comenzando por una planificación a conciencia, y por sobre todas las cosas, involucrándose seriamente en el tema.
Entre tantos puntos por abordar, será clave el desarrollo del interior del país, utilizado en el último tiempo únicamente para servirse de sus mejores jugadoras, y llevarlas a sus clubes de Capital con la zanahoria de que de esa forma tendrían un lugar seguro en la Selección.
Temas sobran: competencia interna y calendarios, reglamentaciones, articulación con provincias que tengan ya coordinadores, planes de trabajo, y la lista sigue.
Del compromiso real que se le aplique a esta rama dependerá cuan empinado será el sendero. Lo que queda muy en claro es que sin interés genuino, todo seguirá quedando en la nada. Al femenino se le presenta una enorme oportunidad de crecer y comenzar a trabajar en serio. Solo hacen falta voluntad y gente idónea que busque el bien común, y no para perpetuarse en un cargo solo llevando agua para su molino.