El alero habla de su identificación con el club a poco de superar la barrera de los 300 partidos y cuenta detalles del momento bisagra en el que supo que padecía diábetes. Una historia de lucha para salir adelante.
Para los fieles del básquet, esos que alientan en la Bombonerita o sufren delante de una pantalla cuando el equipo va de visitante, Lucas Gargallo honra el número 12 que viste. Aguerrido, tenaz, creció en las divisiones formativas del club, debutó en el máximo nivel a los 18 años y hoy, ya con 24, se acerca a 300 presencias que lo posicionan en el podio de los Boquenses con más juegos en la Liga Nacional, detrás de Sebastián Festa y Matías Sandes.
Lucas es un luchador no sólo dentro de la pista. A los 17, cuando volvía de representar a nuestro país en un Mundial de la categoría, le detectaron diabetes, una complicación seria para desarrollar una actividad deportiva de elite. "Mi viejo (Mario) me vio en Ezeiza y se sorprendió por lo flaco que estaba. Yo llegué a pesar más de 100 kilos, era corpulento, y con la enfermedad bajé como 30. El doctor David Severino descubrió que tenía diabetes. Ya venía con síntomas, dolores en las piernas, diarrea, cansancio... Con esfuerzo, mucha ayuda de mi familia y control en las comidas, lo pude manejar para que no perjudicara mi carrera", cuenta el alero minutos después de concluir un entrenamiento sofocante.
La alimentación pasó a ser un tema clave de su preparación, como las prácticas y el descanso. "Evito casi todas las harinas: panes, pastas, pizzas... Mi comida más habitual antes de competir es pollo con arroz. Tengo que cuidarme con el azúcar y los postres. Antes quizá me excedía con algunos dulces, por ejemplo los alfajores, y ahora paso de largo, apenas algunos helados especiales", explica.
En un torneo donde la mayoría de los jugadores cambia de colores casi todas las temporadas, Gargallo ha logrado una identificación con Boca y aspira a mantenerla: "Me encantaría quedarme. Estoy muy cómodo, mi novia (Carolina) trabaja en el club, vivo en San Telmo y me puedo venir caminando...".
Piensa poco su respuesta a la hora de elegir un partido inolvidable: "El de la permanencia con Echagüe (3 de junio de 2017). Boca no se podía ir al descenso, no nos entraba en la cabeza. La cancha estuvo llena como nunca y habernos salvado fue un gran alivio. Esa noche me marcó".
En el orden individual, menciona a Ronaldo Córdoba y Juampi Fernández como entrenadores ("presentes en gran parte de mi carrera") y a Maxi Stanic, Adrián Boccia y Lucas Pérez como compañeros ("me enseñaron mucho"). Todos le destacan su capacidad para defender en distintas posiciones. Si pudiera elegir entre ser más grande y pesado o más pequeño y rápido, no vacila: "Más grande y pesado, sin duda, para jugar más de espaldas al aro".
Revela que es poco futbolero, aunque acompaña a su novia -fana en serio- cuando va a la Bombonera. Lindo privilegio para la piba: ir a la cancha con el Número 12.