Otro año más donde no hay nada que festejar. Muerte por quemaduras, asfixia, derrumbe o suicidio al no soportar el desenlace inevitable. Muerte, nada de feliz.
Autor:Emanuel Niel (eniel@pickandroll.net)
El 25 de marzo de 1911 un total de 146 mujeres murieron dentro de una fábrica de camisas en Nueva York que se incendió. Las puertas y accesos estaban cerrados para que no puedan entrar a robarse materias primas. Marcó un primer y triste hito en la modernidad. Triste, nada de feliz.
Nunca se trató de algo fácil. Hoy no lo es. La lucha por el reconocimiento y la igualdad la dan silenciosamente millones alrededor del mundo, desde que sacan los pies de la cama, hasta que vuelven a acostarse, con la ilusión de que un día todo será distinto.
Lucha al caminar por la calle. Lucha en el trabajo. Lucha, lucha y más lucha. Luchar para no ceder cada uno de los logros alcanzados. Lucha que costó mares de lágrimas. Lágrimas, nada de feliz.
Los momentos cambian pero hay situaciones que perduran o se visibilizan. Del “algo habrá hecho” al “femicidio” hubo un camino que recorrer. Muchas mentes entendieron. Tantas otras se irán a la tumba sin siquiera reflexionar. En el medio, y con la precisión tortuosa de un reloj suizo, mujeres asesinadas y el miedo latente de ser la próxima. Miedo, nada de feliz.
No pasa por un adjetivo. No se trata de recordar un día. Las acciones repercuten más que las palabras. Involucrarse es la clave. En ayudar a seguir impulsando el cambio está la esencia esperanzadora. Esa esperanza genuina, si se materializa, podrá ser motivo en un futuro de un verdadero feliz día.