Ni el coronavirus pudo con los Lakers. Vencieron al Miami Heat 106-93, cerraron la serie 4-2 y se consagraron campeones de la NBA luego de 10 años. De esta manera alcanzan el récord de 17 títulos junto con sus archirrivales Boston Celtics. LeBron James fue la figura del partido y MVP de las finales.
Autor:Sebastián Ciano (sciano@pickandroll.net)
El 17 no será el número de la desgracias para los Lakers. El equipo de Los Ángles venció a Miami Heat 106 a 93, cerró la serie 4-2 y se consagró campeón de la NBA por decimoséptima vez en su historia. De esta manera alcanza el récord de títulos que los Boston Celtics ostentaban desde 1963.
Una vez más LeBron James fue el mejor de su equipo y de la cancha, como así también el MVP de la serie (por cuarta ocasión). El “Rey” volvió a sumar una triple decena producto de 28 puntos, 14 rebotes y 10 asistencias en 41 minutos. Sin embargo, la verdadera figura de la velada fue la defensa laker.
Desde el principio se vislumbraron algunas modificaciones; Lakers salió con Caruso de entrada, y saltaba LeBron sobre Butler en vez de Davis. La presión defensiva del equipo de Vogel incomodó al Heat en los primeros doce minutos de acción, en el que terminaron con un 40% de cancha (6/15).
Los triples de Duncan Robinson (2/3) revitalizaban un ataque que contó con 5 pérdidas, luego llegaron dos más (Butler y Nunn) para mantener a Miami en juego. Del otro lado, L.A tenía a disposición el triple, sin embargo estuvieron muy imprecisos (1/7).
LeBron tomó nota y entendió que el negocio de su equipo estaba en la pintura; comenzó a atacar el canasto y a generar espacios para que sus compañeros anotaran lo más cerca posible del aro. Un buen ingreso de rondo (4) más seis puntos seguidos de Anthony Davis le dio a Los Ángeles una ventaja de 28-20 tras el primer cuarto.
En el segundo, los angelinos decididamente borraron de la cancha al Heat. Rondo se adueñó de las ofensivas, siendo clave en el primer tramo del período (7 pts), mientras que la defensa hizo el resto para comenzar a despegarse cada vez más en el marcador. Comenzaron a clavarse los triple que no entraban en el primer cuarto (comenzaron 1/7 y continuaron 4/10), Davis era una fuerza indetenible y Caldwell-Pope estaba en llamas (11).
El semblante de Miami era el de un equipo totalmente perdido en la cancha. Al margen de los veinte puntos de desventajas (la máxima sería de 30), las caras de los jugadores evidenciaban que no encontraban la manera de ejecutar lo que habían planeado.
El ingreso de Dragic sirvió más para el esloveno tome confianza que como ayuda para su equipo. Butler veía los caminos al aro bien cercado, y Adebayo jamás pudo siquiera insinuar todo su poderío bajo el aro. Robinson y Herro desvanecidos. Así, la ventaja de cara al descanso largo fue de 64-34 para los de dorado y púrpura.
La sensación en el inicio del complemento era que en la burbuja estaba jugándose un partido de exhibición. Miami salió a la cancha con el peso de los treinta puntos en contra, mientras que los Lakers parecían estar más “livianos”. Iniciaron con 3/10 de cancha, y pese a sus dos pérdidas el Heat metió cuatro puntos seguidos y Vogel frenó la acción.
No obstante, esa supuesta apatía se terminó cuando LeBron volvió a la cancha y Rondo clavó un triple; la bomba del base sacudió el letargo angelino dejando el marcador 79-46. James siguió haciendo de la suyas, hiriendo al Heat en lo más hondo de la pintura (4/6, 8 pts). Adebayo pudo hacer un poco más de daño con 10 puntos, pero anda alcanzó. La historia parecía sentenciada, sobre todo ante otro bombazo de Rondo: 87-58 y camino allanado hacia el campeonato.
Como era de esperarse todo el cuarto período fue lo que en el básquetbol se conoce como tiempo basura. A Miami solo le quedaba el orgullo de terminar de competir en una temporada que no por problemática deja de ser histórica para la franquicia, que sabe que tiene un gran futuro por delante, con estrellas en su plantel y jóvenes de muchísima calidad.
Los Lakers, como todo gran vencedor (no todos saben ganar) siguió plantado en la cancha, jugando en serio, con todo el respeto que su rival y la enorme historia de la organización se merece. La historia de un equipo que no solo debió adaptarse a la inclemencias de la pandemia, sino que cargó a cuesta con la desaparición física de Kobe Bryant, a quien seguramente está dedicado el título, el número 17, que nada tiene que ver con la desgracia.