Se fue una de las glorias del ´60, Gilder Maggiolo
Ama y señora de un estilo único e irrepetible, son varias las que se animan a decir que fue de las mejores que pisó una cancha en la década del 60. Jugó el Mundial del 64 y dos Sudamericanos.
Autor:Emanuel Niel (eniel@pickandroll.net)
Tarde, pero reconocimiento al fin. Hace un par de meses se fue Gilder Maggiolo. La bronca es mayor al ver que la Asociación Argentina de Actores le rindió tributo, y en el ámbito del deporte su nombre es apenas una idea que sobrevuela entre algunas memoriosas.
¿Por qué actores? Porque después de colgar las zapatillas trabajó detrás de cámara, principalmente como apuntadora, en canales primero y en productoras después. Pol-ka, Cris Morena Group, Endemol, Kuarzo, MTV, Telefé... solo por nombrar algunos.
Pero la historia de Gilder, para nuestro básquet femenino, inició mucho antes. Para el Sudamericano del 1958 (tenía 18 años) fue de los últimos cortes y el del ´60 no se lo perdió. Fue en Santiago de Chile, y pese a que la celeste y blanca no tuvo el mejor desempeño (2 triunfos en ocho presentaciones) ella se encargó de descollar.
“La Dama” la llamaban algunos periódicos trasandinos que cubrieron el evento. Y así lo era. Una conjunción rarísima y perfecta de finura y garra. Inentendible para la época. Un combo explosivo que revolucionaba ambos costados del campo, de la mano de una sonrisa inmaculada que hacía suponer que nunca perdía los estribos. Claro está, la procesión la llevaba por dentro.
Si bien no fue parte del Sudamericano del ´62 en Asunción del Paraguay, era número puesto para el Mundial de 1964 y allí tampoco defraudó.
Perú fue testigo de una jugadora considerada fuera de serie; de las mejores de esa camada e incluso compañeras y rivales la apuntaron en el podio de las mejores de la década. Sin embargo su despedida de la Selección estaba muy cerca.
Para Maggiolo el Sudamericano de 1965 en Río de Janeiro significó el adiós. Quiso el destino que una mujer le dijera que no era parte en el Sudamericano de 1958 (la entrenadora Dora Rodius) y otra mujer fue la que tuvo el privilegio de dirigirla en su último certamen con Argentina.
La jujeña (mendocina por adopción) Hilda Santillán estuvo a cargo de ese equipo que pese a graves problemas en la preparación terminó cuarto con marca de 2-3.
Maggiolo con un par de compañeras más llegó a ir al programa de TV que por las noches conducía Pinky a pedir ayuda previo al torneo, y fue así como algunas empresas cedieron polleras, pullovers, camisas y descuentos en zapatos y bolsos. Las chicas consiguieron telas y cosieron su propia ropa para viajar. De todas maneras, como la plata que juntaron no alcanzó, la diferencia la pusieron de sus bolsillos.
Pero aún a “La Dama” le quedaba una enseñanza más. Un gesto. Un detalle de esos que hoy en día servirían para hablar horas y horas por redes sociales y sitios especializados. Y lo hizo de la mano de otra enorme jugadora, la capitana de ese elenco de 1965, Celia Juan.
Ambas entendieron que era momento de darle lugar a las camadas que venían pisando fuerte e hicieron el pase de antorcha.
No es poca cosa, e incluso se amplifica si se pone en contexto. Maggiolo, como si se tratara de una carrera de postas imaginaria, le entregó el “testigo”, ni más ni menos que a Lilia Ravazzoli, la cual debutó en el Sudamericano de Cali 1967.
Esa camada que “pintaba” también era integrada por enormes jugadoras como Leonor Rivero, Lili Santos, Carmen Imbroglia, Chachi Gallardo, Ana Calderón, Mónica Lento y la lista podría continuar por varios renglones más.
Duele haber llegado tarde, pero finalmente el reconocimiento está. Por ella, por las que partieron antes, y por las que aún siguen de pie y todos los días (me consta) entran a internet a ver cuándo juega la Selección femenina, para comentarlo en redes entre amigas y ex compañeras de equipo y Selección.
Emanuel Niel En Twitter @ManuNiel En Instagram @EmanuNiel