La torre de Babel

Las sensaciones son de los hinchas, el análisis hecho por dirigentes, entrenador, jugadores y periodistas casi pasa inadvertido, porque depende del ángulo que se lo quiere ver una temporada siempre tiene argumentos defendibles y criticables. Pero como el sentimiento no se negocia, sólo hay que consultar a los hinchas. Y se ha notado: el gusto a poco es evidente.

En la frialdad de los números la campaña de Quilmes es positiva: ganó 28 partidos y perdió 20 contando los play off, se mantuvo entre los cuatro primeros todo el año, fue segundo en la tabla la mayor parte del torneo, y perdió esa posición en las últimas dos fechas de la fase regular. Junto con Peñarol, fue el equipo que más partido ganó de visitante, fue el tercer equipo más ofensivo del torneo, perdió en las semifinales del Super 8 ante quien se consagraría campeón y en cuartos de final contra el equipo de mayor presupuesto.

En la columna del debe aparecen escritos con letras rojas, el 1-6 con Peñarol en la temporada, la caída en cuartos de final y la vulnerabilidad del otrora inexpugnable Once Unidos (récord 16-8).

De todos modos, remitidos a las palabras del comienzo de la temporada: “el objetivo es estar entre los cuatros primeros”, es indudable que la campaña fracasó. Se podrá esgrimir que Quilmes fue el sexto presupuesto de la liga y terminó quinto (Regatas, Peñarol, Libertad, Gimnasia y Boca gastaron más), pero Quilmes fue uno de los primeros en completar el plantel y todos los jugadores (menos De La Fuente) fueron pedidos por el técnico.

Dejamos afuera del análisis las situaciones intangibles como la visión del juego de equipo si jugó lindo, feo o más o menos.

El único tema “no tangible” que debe tenerse en cuenta es el karma que Quilmes ha vivido con la formidable campaña de Peñarol. El otro equipo de Mar del Plata fue la sombra que tapó el brillo de la temporada, empañando los momentos buenos y agigantando los malos. Conseguir un quinto puesto con Peñarol estando décimo no era tan grave, y un Peñarol puntero pero con un récord favorable de 6-1 entre ambos tampoco hubiera lastimado la caída en cuartos de final. Pero no fue lo uno ni lo otro y el milrayitas se convirtió en la bestia negra de Quilmes. Un verdadero tester de lo que se podía festejar y de lo que no.

Suena como una locura evaluar la temporada de uno, a partir de lo que hizo otro equipo, pero es que Quilmes y Peñarol han sacado un campo abismal sobre el resto de los equipos de la liga en este cuento de las pasiones enfrentadas y es el único clásico que vive en la piel de la gente.

La llegada de Oscar Sánchez un histórico referente quilmeño amplió el estrato del clásico, de hecho antes de comenzar la temporada el Huevo era uno de los pocos bastiones quilmeños que estaban por arriba de Peñarol en el récord histórico (13-11). Cuando Peñarol festejó una victoria contra el Huevo Sánchez, lo festejó doble.

Por su parte a la hora del balance la dirigencia tendrá su mea culpa pero de todos los años que lleva el club en la Liga este fue su proceso más prolijo. De hecho bancó al plantel cuando el técnico quiso cambiar jugadores y bancó al técnico cuando le brindó el cambio abierto de un extranjero. Además sobre el final, como nunca antes, mostró apetito de ir a más y se decidió a cambiar un nacional. La mancha negra de la dirigencia es haberle dado a Javier Martínez al enemigo que terminó sacándolo de la liga. Es el único costo político que deberá pagar.

De todos modos Quilmes debe un replanteo urgente en lo dirigencial ya que un club grande como lo es, no puede estar sostenido por apenas cuatro dirigentes (que son colaboradores) y sin representatividad de peso en la AdC. Como muestra acaso vale el final de liga donde ningún dirigente se llegó hasta Corrientes para estar con el plantel, situación que incluso sorprendió hasta los jugadores. La figura del Manager en Quilmes se impone con premura. El retiro de De la Fuente, mientras Oscar Sánchez sea el técnico, podría palear esa situación.

Como dijo Pitágoras en una frase que popularizo el Indio Solari en el álbum Lobo Suelto (1993) “El principio es la mitad de todo” y en el principio fue confusión. El técnico se equivocó en la elección de los jugadores armando un plantel con tres internos y seis perimetrales pero aún con esta gran contra es irreprochable no darle méritos en los logros. No se llega a estar entre los cuatro primeros todo el año por arte de magia. Quilmes no tenía un jugador de uno contra uno, no tenía un tirador de tres puntos, su alero extranjero no era goleador, sus pivotes titulares sin defensa y su único relevo interior sin ataque. Con todo eso peleó arriba todo el año.

Cuando en diciembre el técnico salió a declarar que estaban para campeón el mensaje tenía como destinatario a sus propios jugadores, no a la gente. El técnico buscó un golpe de efecto en un plantel sin carácter, pero lejos de potenciarlos los “apichonó”. Así pasó de compartir el primer puesto con Peñarol en diciembre a tener un enero horrible. Salvo De la Fuente, el resto del plantel no asume la presión.

El caso de Sebastián Ginóbili es uno de ellos. Un tremendo talento que le fastidia la presión que existe en Quilmes, por ganar en general y ganarle a Peñarol en particular. “Sepo” es jugador en Quilmes y otro muy distinto por ejemplo en Sunchales. A él se le deben agregar los dos extranjeros. Chukie Robinson es otro buen jugador que entrena bien y para nada complicado en su relación, pero que ha jugado mal todos lo partidos importantes. Sobre el final de la temporada, en tren de confesiones Robinson declaró: “En Mar del Plata nunca más”, y la temporada todavía no había terminado. Ramzee Stanton es una maravilla de persona, pero jugador de rol y sin condiciones de ser líder anotador. En el Ben Hur de Lamas encajaba perfecto, siendo la quinta opción tras Leo Gutiérrez, Diego García, Jason Osborne y Raymundo Legaria. En Quilmes debió asumir un protagonismo que le quedó grande.

El base y los dos extranjeros no fueron líderes ¿en dónde se sustentó entonces el liderazgo? en el escolta Javier Martínez dentro de la cancha y en el Huevo Sánchez que asumió mucho protagonismo como complemento. Pero la relación entre el paraguayo y el técnico se desgastó generando un mal humor notorio. Cuando Martínez se fue del equipo y en su reemplazo llegó un tirador natural (Eduardo Villares) quedó en evidencia que el paraguayo tapaba los baches que dejaba la regular liga de Sepo Ginóbili. Martínez le deba de comer a Robinson en especial pero ayudaba mucho con el juego de equipo.

Agustín Carabajal, Pedro Calderón, Diego Brezzo, Juan Pablo Sánchez y Esteban De La Fuente son jugadores complementarios. Ninguno de ellos es hoy un estandarte donde deban sustentarse las pretensiones de un equipo de llegar alto. Acompañan con sus buenas y malas. La única salvedad es para Esteban De la Fuente que a pesar de sus 38 años y su operación de hernia de disco, siguió demostrando la vigencia de un privilegiado.

La temporada 2006/07 se fue para el cervecero debiendo un play off más. Para sus hinchas la vida seguirá como siguen las cosas que no tienen mucho sentido, (tal cual lo definió el cantautor español) hasta que llegue el momento de renovar banderas. El inocultable deseo de la parcialidad clama por un campeonato que aun se le niega. Pero para que ello ocurra deberán ponerse de acuerdo todas las partes y hablar el mismo idioma. Mientras en Quilmes haya lenguas diferentes para un mismo objetivo será muy difícil llegar de manera lógica. Al menos que se crea en los milagros.

Pablo Tosal
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