La lógica de la final

Los periodistas somos especialistas en crear rótulos. Lo necesitamos para vender y esa tendencia a necesitar una definición (como las mujeres cuando preguntan “¿Qué somos?”) nos lleva a decir que esta serie entre Atenas y Peñarol es una Final psicológica.

Reflexionaba el inigualable Miguel de Unamuno sobre las definiciones impuestas y protestaba “El hombre, dicen, es un animal racional. No sé por qué no se haya dicho que es un animal afectivo o sentimental. Y acaso lo que de los demás animales le diferencia sea más el sentimiento que no la razón. Más veces he visto razonar a un gato que no reír o llorar. Acaso llore o ría por dentro, pero por dentro acaso también el cangrejo resuelva ecuaciones de segundo grado”.

Conviene descreer de lo que se dice y para Unamuno esta definición era un problema.

Con el periodismo y sus definiciones pasa lo mismo: “Es una final psicológica”. “Es una final táctica” “Hace 20 años atrás se jugó una final mejor” “La mejor final fue la de hace 10 años, en esta no aparecen los líderes” ¿Qué clase final estamos viendo?

En principio las definiciones del método de revisión histórica dicen que para trazar paralelos hay que ubicar el micro y el macro tiempo. Es decir el ahora y el todo. Para decirlo sin vueltas: El básquetbol del 2009 no tiene mucho que ver con el de 1980 o 1990 incluso con el del 2000. Mucho más cuando se ubica el lugar: Argentina.

Nuestro básquetbol ha sufrido el cambio más drástico del planeta en 20 años (para bien). Pasando de ser una selección de tercera categoría a la Nº1 del mundo. La liga Nacional no es exenta a este cambio, y aquí hay que preguntarse ¿Cual es parámetro, en los estamentos, más profundo de ese cambio? Respuesta: los entrenadores.

Los jugadores que guiaron a la “revolución argentina” en el 90% estaban afuera de nuestro país. Pero los entrenados son de acá.

Hace 20 años la Liga importaba técnicos: el uruguayo Miguel Volcan Sánchez, el puertorriqueño Flor Meléndez. Mientras que los técnicos argentinos en el exterior eran casos contados y muy particulares (como el de León David Najnudel). Hoy casi no se concibe la posibilidad de traer entrenadores a dirigir, por el contrario se exportan técnicos y a todas las ligas del mundo. El coach argentino en la última década se puso en el Top mundial y está al mismo nivel que el resto sin más diferencias que los jugadores que dirigen desde el último lustro.

Este crecimiento es causa fundamental del cambio del juego en la Liga Nacional. Es imposible que no haya cambiado, contando con entrenadores Top en el mundo. Hasta los entrenadores de formativas que hoy ponen jugadores mucho más preparados en la Liga.

La cantidad de horas de ver videos de los rivales, los entrenamientos, la concentración, todo varió en 20 años (y ni siquiera hablo de la táctica). El corrimiento incluso de un básquet de 30 a 24 segundos trajo drásticos cambios en el juego (más uso del pick and roll y de la zona, menos traslado y bote al balón).

Cuando anticipamos en esta página que la final sería histórica porque la dirigen Rubén Magnano y Sergio Hernández no estamos haciendo uso del resplandor de las medallas solo para sacarle brillo. En realidad decimos que dos entrenadores Top del mundo dirigen la final de la Liga Nacional. Y si hay algo que se nota en estas finales es la presencia de ellos.

Durante 18 años seguidos en nuestra Liga nacional, el querido Vasco Aispurúa, giraba para su gancho de zurda, sin utilizar el salto o su capacidad atlética. Hoy cuando se dice que las estrellas no aparecen, debe ser que cuando Román González gira para su derecha, buscando el perfil zurdo y su ganchito, tiene un scouting tan grande y una atención defensiva plena que le es mucho más difícil desarrollar el tiro en espacios tan pequeños. El jugador de estas finales tiene 100% de concentración táctica. Magnano fue variando el modo de defensa sobre el pivote, y la importancia del Román no tiene que ver sólo con los goles que hace.

Por eso los jugadores del banco son los que cambian el partido. ¿Qué se sabe de Campazzo en la Liga? Solo que está preparado para jugar. Hace 15 años atrás todos los bases de la liga sabían que para marcar a Milanesio debían hacerlo como seguidor porque si saltaban detrás de la cortina en el Pick Marcelo, tiraba (lo mismo que Sucatzky) de tres puntos con enorme puntería. Pocos defensores también se ataban estrictamente a esto. Hoy es casi imposible ver que un jugador de Atenas o Peñarol rompa reglas defensivas o lo paga con el banco, aunque hubo errores de aplicación y tácticos, que luego analizaremos.

La final se vuelve psicológica, como gustamos decir ahora, porque el nivel de concentración, ante la profunda capacidad táctica, termina siendo decisivo. Es por eso que jugadores como Vega marcan diferencias, porque están por fuera de los moldes. Lo cierto es que ante cada propuesta de un equipo, hay una contra propuesta que tiende a neutralizarla.

Sergio Hernández hablaba del esfuerzo y sobreesfuerzo. En las finales todos hacen el esfuerzo de ganarlas. Al extremo. El sobreesfuerzo se explica desde el punto que siempre ha ganado el partido el equipo que perdió el primer tiempo. Algo lógico debe haber en este hecho para que se repita cuatro veces. Al parecer los valores emocionales del sobreesfuerzo son lo que determinan la diferencia en un nivel tan estricto de paridad.

Otro punto que se replantea con esta final es el examen de las estadísticas. Nadie puede discutir el nivel de paridad de las finales, lo cerrado de los partidos que se han definido en el último minuto y no obstante Peñarol saca grandes ventajas en el rubro valoración (que es el resultado de todos los rubros). Se impone 82.8 a 62.0 en el término de 4 partidos y uno solo lo ganó Atenas (el primero 68-55).

Se dice que en una serie larga no hay posibilidades que no gane el mejor, cuanto más larga la serie más chances tiene la lógica de imponerse. Entonces ¿el qué tiene más valoración es el que mejor juega? Parece que no.


Pablo Tosal
www.pickandroll.com.ar