Las razones de un descenso

Los días posteriores al terremoto que se vivió en Once Unidos sirven para comenzar un largo camino de reflexiones. No sólo para el hecho periodístico sino para la propia gente de Quilmes que deben desandar una película de adelante para atrás para encontrar los puntos de equivocaciones a lo largo de las últimas temporadas.

En la noche del 14 de abril lo único que se vivió fue la consecuencia directa de una temporada cargada de problemas. Independientemente de un tiro tomado a falta de un segundo y convertido cuando la chicharra sonara rompía el aire del estadio diciendo de esa manera cruel que las situaciones más duras también son lógicas. Redondamente Quilmes se merecía descender.

Las situaciones intangibles que también juegan

Por lo hecho en las últimas 13 fechas de la regular pareciera que el descenso es injusto. Encontró el equipo con los ingresos de Titarelli y Stukes. Sólo perdió con los tres primeros (Peñarol – Atenas y Libertad) dos de ellos muy ajustados. Con Peñarol (78-72) jugando sin Nico Romano y 74-73 con Atenas en un partido que también se resolvió en el último segundo. Solo Libertad lo paso por arriba.

En la anteúltima fecha cayó en Comodoro 98-89 logrando ponerse a 4 puntos después de levantar una desventaja de 25 puntos en el tercer cuarto y con la más increíble actuación perimetral de la vida de Gimnasia (16/26 en triples) para un equipo durante toda la temporada le costó pasar los 70 puntos y tuvo 34% en tiros de tres puntos.

Durante la fase regular Quilmes perdió de local cuatro partidos por un solo punto en definiciones de la última pelota. En finales cerrados que también se resolvieron en los últimos 15 segundos se suman tres partidos más. Es decir su condición de local se vio vulnerada siete veces en partidos que cerró mal el juego.

Solo estos últimos tres párrafos traen a cuenta una sentencia: para salir campeón y para irte el descenso también la suerte juega su papel. No se puede poner en manos de las situaciones abstractas la temporada de un equipo, como se dice habitualmente a la suerte hay que ayudarla, pero se necesita un poco de fortuna en todo ámbito de la liga. Quilmes no ligó nada de nada a lo largo del año.

Cerrar mal siete partidos es un defecto de los jugadores y problema del cuerpo técnico, pero de los siete partidos, ganando solo uno Quilmes se quedaba en la “A”. Solo allí es donde juega la diosa fortuna.

Esta misma situación se trasladó a la serie de la permanencia con Olímpico donde cayó dos veces de local en la última pelota con la chicharra sonando. Se vive y se muere del mismo modo. Es por eso que la primera sentencia fue: si es que existe Dios, sin dudas no es quilmeño.



El análisis del equipo

Ahora que fue dicho, que esta nota ya reflejó lo que también juega (suerte y finales cerrados), se puede ser más estrictos e ir retrocediendo en el tiempo para bucear en los problemas que lo llevaron a descender.

El técnico De la Fuente no pudo nunca hasta la llegada de Titarelli disimular el problema de la falta de un base que se haga dueño del equipo. Martín Müller no lo hizo bien y tuvo encima al lado dos extranjeros que no se hicieron cargo del equipo.

El técnico, ante la falta de nacionales determinante, le dio a los foráneos Carl Edwards y Brice Assie la responsabilidad de liderar a los suyos y ninguno de los dos se hizo cargo de la situación. Müller lo sufrió y lo pagó con su salida. Quilmes lo pagó con derrotas.

La situación de Edwards fue la primera piedra importante que tuvo que sortear el cervecero, porque lo contrató por un salario de estrella, Top en la liga y el técnico le otorgó todas las libertades para que tome decisiones. En tres finales cerrados pasó la pelota y nunca se hizo cargo, derivando incluso en una mala relación que terminó siendo erosiva en el plantel. Edwards se llevó puesto a Brice Assie, que mutó de un ala pivote con gol a un jugador que solo jugaba para él. Incluso en el marco de un equipo que no la metía Assie podría haber hecho 30 por partido (todos jugaban para él) y ni siquiera esto logró. El mal humor de Assie, su indisciplina táctica llevó al plantel a tocar fondo.

El ingreso del pivote Jason Keep quiso corregir el hecho de un plantel mal armado. A De la Fuente le gusta jugar con doble ala pivote. Lo logró en parte la temporada anterior con Romano y Jaz Cowan, dejando en el banco a Dentis y Calderón. Ahora quiso repetir con Assie y Romano y lamentablemente para él lo que logró fue tapar a Nico, que Assie incluso se peleara con él y el problema solo se solucionó con la llegada de Nelson por Assie. Allí Nico Romano, el jugador franquicia del plantel de nacionales, pudo crecer en su juego.

Como se ve el básquetbol moderno tiene mil variantes y situaciones extraordinarias pero sigue sin siendo inapelable el hecho de no poder jugar sin base y sin pivote.

Cuando Quilmes corrigió esos dos problemas tenía dos partidos ganados y quince perdidos en la segunda fase. El 12 de febrero el equipo estaba último a un punto y medio del ante último y a 3 puntos de poder salir de la zona de permanencia

Su sprint final no alcanzó, pero al menos demostró que la actuación de algunos jugadores que estaban en un bajo nivel respondía a una situación estructural del plantel. Romano fue más sin Assie. El ala pivote nacional pasó de 8.1 pts y 3.8 rebotes en los primeros 20 partidos a 14.4 pts y 8 reb en los siguientes 27 juegos. Cangelosi lo mismo, fue más desde la llegada de Titarelli. En los primeros 30 partidos su promedio de triples fue de 32% y en los 18 partidos que coincidió con Titarelli y Stukes su promedio fue de 45.5% en tiros de tres puntos.

Como la liga dura 44 fechas en su fase regular, los números demuestran que un equipo que estaba perdido puede recomponerse y dar vuelta completamente su fisonomía. Pero hacerlo a falta de 13 fechas es insuficiente. En este sentido el descenso es lógico.

Responsables

Ningún éxito se genera por obra de una persona como ningún fracaso se le asigna a uno solo. En el apartado de las “culpas” los jugadores tienen su porcentaje, el técnico las suyas y la dirigencia también. Se sale campeón y se van al descenso por conjunción de todos los factores.

Los jugadores nacionales de Quilmes pocas veces pudieron por si mismo encauzar la mala situación, dependieron de la voluntad y actuación de los extranjeros y no tuvieron en líneas generales ninguno una buena temporada. Los extranjeros, el punto basal del proyecto de este año, fueron en detrimento del equipo hasta la llegada de los últimos tres. No esta mal jugar con tres foráneos, está mal equivocarse en la elección.

El técnico no tuvo nunca una solución de revulsivo a mano. Con un plantel cuyo jugador más viejo era Juan Cangelosi (29 años) pocas veces intentó una defensa extendida que ahogara al rival, la rotación del banco siempre fue corta, el equipo no utilizó el contraataque casi nunca y ante las defensas zonales tenía un parto tras otro. En el final jugó bien, pero la temporada ya se le había ido de las manos.

En el play off por la permanencia De la fuente gozó y sufrió a Nelson. El pivote fue determinante marcando 28, 27 y 24 los primeros 3 partidos. Pero luego solo con Guaita marcándolo, ya no recibió el balón y mientras su equipo lo miraba esperando algo de él Nelson no produjo nada positivo. Terminó ofreciendo la peor imagen que desde su positiva llegada a Quilmes pero De la Fuente no tuvo plan “B” ante la ausencia anotadora de Nelson. Leo Peralta relegado todo el año a papeles muy poco trascendentes no estaba en condiciones de hacerse cargo de la situación. Los papeles se quemaron sólo con Nelson.

Quilmes no supo aprovechar el cuarto partido de la serie con ventaja y el quinto lo sufrió. Cuando ingresó ganando por 12 al último cuarto en vez de serenarse perdió la calma. Amén del final inverosímil con el triple de Williams otro error es el regreso a defensa de Mc Fadgon (el peor defensor del equipo) con el único hombre que tomaría la decisión de tirar en Olímpico. Esa cobertura defensiva no tendría que haberse puesto en manos de Mc Fadgon sino de López o Cangelosi.

Como se ve desde el armado del equipo, pasando por las situaciones de juego hasta los últimos detalles, De la Fuente tuvo mucho que ver en el resultado final, no obstante también es justo decir que su suerte se resume en una última pelota. A su favor hay que citar que el técnico lidió con un grupo que poco lo entendió, un grupo de jugadores que le faltó coraje para cerrar partidos, que no tuvo individualidades que resolvieran por si misma alguna situación. Fue psicólogo del plantel ante los atrasos salariales y como síntesis final le faltó enojarse más con sus dirigidos y dejar tanto de comprenderlos.

Por último queda la dirigencia. Las responsabilidades no pueden medirse en el mismo lapso para las diferentes áreas. Un extranjero tiene 10 partidos para demostrar que es útil, los nacionales más de media temporada, un entrenador la temporada completa y finalmente el trabajo dirigencial se puede trazar en un par de años.

Los dirigentes de Quilmes reflexionaron antes de la liga si estaban en condiciones de poder hacerla, sanearon un pasivo importante, y salieron atrás en mercado de jugadores que ya tenía varias definiciones. Como lograron apalabrar a Assie y Edwards comenzaron el equipo por los extranjeros. Lo armaron con lo que había y no con lo que querían. En la temporada provocaron un cambio en el medio con la salida de Müller sin tener un relevo en mano, aunque intentaron diferentes repatriaciones desde Europa para darle un apoyo al equipo. Cumplieron con el salario de los extranjeros y decidieron no cortar a De la Fuente cuando todos pedían su salida. Hasta allí es la evaluación de la temporada.

En la línea larga del tiempo hay que ver otras cosas: En Quilmes las buenas temporadas solo fueron de la mano de un solo técnico, Oscar Sánchez, que curiosamente es odiado por la dirigencia y denostado a viva voz por los quilmeños de puertas adentro en el club. Sus reemplazos fueron casi siempre con técnicos debutantes: Pepiche, Bianchelli, De la Fuente. También trajeron a Vecchio y Escaraín para tener más problemas que soluciones. En una liga tan pareja entre jugadores las diferencias siempre están en manos de los técnicos y nunca apostaron a un entrenador de renombre para suplantar al “Huevo” Sánchez.

Además el grupo de trabajo de la dirigencia de Quilmes se reduce apenas a cuatro personas que en líneas generales no pueden dejar sus actividades comerciales y empresariales para atender las requisitorias de una liga profesional. Así por falta de personal que se ocupe carecen de peso en la AdC. La voluntad y el empuje de este minúsculo grupo de dirigentes incluso se ven erosionado por diferencias internas.

Quilmes no es un club que reciba apoyo gubernamental y no tiene tampoco un padrino que le de el 60 o 70% del presupuesto. Por esto tiene que trabajar dos veces lo que otros equipos que son beneficiados por dinero estatal. Esta tarea de desgaste es intensa y para solo cuatro personas es ilógica. El básquetbol profesional en la liga requiere de dirigentes profesionales que vivan del mismo presupuesto de donde se paga el salario de los jugadores, cuerpo técnico y gastos operativos. No hay lugar para que no se tome como una empresa. El máximo ejemplo lo tienen apenas a 30 cuadras distancia y deberían tomarlo.

Hace 12 años a Quilmes le vino muy bien el descenso al TNA para gestar algunas reestructuraciones. Aunque fueron insuficientes y nunca se trazó un proyecto. En el nivel que hoy está Quilmes es posible que este descenso también le venga muy bien. Habiendo perdido los siete clásicos de la liga, viendo como su principal rival se llena de gloria, lo mejor que le puede pasar a Quilmes es comenzar todo de cero. La fervorosa gente que lo acompaña siempre estará, ahora debe pensar como compensarlos y generar desde lo institucional un lugar importante para el básquetbol profesional.

De lo contrario seguirá siendo un barrilete que va y viene atado al destino del viento de la suerte.

Pablo Tosal
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