Recuerdos de una noche memorable

Para una Liga Nacional devastada desde lo promocional, que no existe para los grandes medios, que pierde una oportunidad tras otra de poder ingresar en el ámbito masivo del deporte nacional, la final entre Peñarol y Atenas por segundo año consecutivo, y la magnitud de los hechos, hacen que siempre haya esperanzas de poder posicionar al básquetbol como un negocio redituable.

En Mar del Plata fue el tema obligatorio donde se estuviese. Hablar de esta final fue tan importante como los festejos del Bicentenario. Aunque de las tres pantallas gigantes que se distribuyeron en la ciudad (en la Sede del Club, en la Plaza San Martin y en la Plaza del Agua) solamente ésta última tuvo un buen número de gente presenciado, pero al abrirse la señal de TyC Sports para la ciudad, las casas y bares marcaron las preferencias.

Es literal que el estadio rebalsó de gente, ubicándose en donde podían, completando las bocas de accesos hasta en triple fila de parados y sentados en todas las escaleras.

La cola para ingresar a las localidades no numeradas tuvo hinchas desde el mediodía y más de 400 mts de cola a las 19, hora que se abrieron las puertas del estadio. Cuando aún restaba más de media hora para el comienzo del partido en el Polideportivo Islas Malvinas ya no entraba más nadie.

Fue la concurrencia de público más alta para un partido de Liga Nacional en el estadio Polideportivo. En la final con Halcones de Xalapa por la Liga de las Américas también el Poli estuvo repleto pero nunca tanto como anoche, aunque no hay datos oficiales de la cantidad. Según el EMDER (ente Municipal de Deportes) en el Estadio hay 7915 butacas, mientras que los directivos de Peñarol dijeron que solo se pueden vender algo más de 7500 entradas. Entre un dato y otro y los accesos tapados, el estadio debería presentar más de 8000 personas.

Cuando los jugadores salieron al calentamiento previo la gran ovación se la llevó Leo Gutiérrez quien tuvo en el ojo de la tormenta por los agravios sufridos en Córdoba por el público de Atenas. Cuando Leo entró caminando desde la boca del vestuario para la cancha, la gente se puso de pie en todo el estadio para brindarle un cariñoso recibimiento, mimándolo un poco después de las lágrimas que se vieron por la TV en el final del cuarto juego.

Para la previa del juego, hizo su ingreso la Guardia del Mar con la bandera de Mar del Plata como sede del preolímpico 2011. Con la formación de los equipos en cada costado y la bandera gigante en el medio, antes del partido se cantaron las estrofas del Himno Nacional Argentino. Por tratarse del bicentenario de la patria y al ser cantando por 8000 personas, el momento fue altamente emotivo.

En el rubro “enemigos”, la gente siguió su duelo personal con Oscar Sánchez, como blanco de todas las cargadas, mientras que Federico Ferrini sigue siendo el malo de la película para los hinchas de Peñarol. Esta vez, los árbitros no estuvieron en discusión por el público local, sobre todo porque en el segundo tiempo, su equipo se adueñó del partido.

La organización para permitir los festejos fue perfecta. Dio gusto ver un campo de juego que solo tenía jugadores, dirigentes y periodistas, mientras cada uno en las tribunas era espectador de la celebración, sin que se empañe con los desbordes de la invasión de cancha.

La situación fue bien diagramada y programada por personal policial y custodia privada. Con un perímetro de seguridad que se inicio minutos antes del final, más las vallas evitaron que nadie entre al campo. Un lujo “primermundista” poder generar una celebración sin desbordes.

A propósito, aunque la tensión en el ambiente antes del juego era mucha, y la ansiedad todavía más, los festejos de los hinchas en la cancha fue más tranquilo de lo esperado. El Súper 8 y la Liga de las Américas, por caso, fueron un desborde de euforia. Anoche en cambio hubo alegría, festejos y llantos. Muchos llantos de haber tocado el cielo con las manos, de haber llegado al paraíso, quizás la magnitud del hecho contuvo la felicidad.

Luego si, se preparó la caravana con el micro sin techo que llevó a los jugadores hasta el centro de la ciudad, donde una multitud acompaño el paso del micro y finalmente dieron lugar al festejo en el momento a San Martín (todo vestido de blanco y azul), que se emplaza en la Avenida Luro esquina Mitre.

La noche se cerró muy tarde para todos, jugadores, hinchas, dirigentes. “La tierra prometida” no es un lugar fácil de llegar, pero Peñarol lo logró y la ciudad de Mar del Plata lo vivió con intensidad. Un empujón para el básquetbol muy necesario, justo un año antes de recibir a las estrellas olímpicas que jugarán su pasaje a Londres 2012.

Pablo Tosal
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Foto: Majo Gil (mjgil@pickandroll.net)